Hacienda Xocnaceh: una visita memorable
Teníamos ganas de desconectarnos de la ciudad y pasar el día inmersos en un auténtico paisaje maya. Emprendimos el viaje y desde el camino comenzamos a ver cómo la vegetación del paisaje iba cambiando, así como la tipología de las casas y de las calles.
De pronto entramos en un camino de tierra roja flanqueado por troncos dorados que conducía a una lugar congelado a través del tiempo: “Hacienda Xocnaceh”. Habíamos llegado.
De inmediato, el canto de los pájaros nos recibió y una paz y tranquilidad inundaron el espacio.
Nos invitaron a recorrer la Hacienda antes de sentarnos a comer. Entre más nos adentrábamos en el recorrido, más comenzamos a sensibilizarnos con el sitio, con los colores de la vegetación, con el olor de la tierra, con el canto de las aves y con la presencia de los animales que ahí habitan.
De pronto encontramos una casa maya. Al entrar, la diferencia de temperatura en el interior era asombrosa.
¡Qué frescor! La cubierta de palma de huano y los muros gruesos de tierra y bajareque generaban una envolvente térmica que nos aislaba de las altas temperaturas exteriores.
Al salir de la casa para nuestra sorpresa nos topamos con una pirámide maya, a sólo unos metros de distancia. ¡Tuvimos que subirla!
La vista desde la cúspide nos permitió divisar la línea de horizonte que separa el verde de la selva baja del azul del cielo. Pocos lugares en Yucatán regalan esta vista tan hermosa.
Todo este caminar aumentó nuestro apetito, por lo decidimos emprender el camino en dirección al lugar del banquete. Llegamos a una iglesia abandonada con hermosos frescos en sus paredes.
Los dibujos en colores pasteles y la vegetación interior le daban un ambiente cálido a lo que una vez fueron ruinas. Ahí, en el interior de este bello recinto, nos esperaba una mesa impecable.
¡Los platillos estuvieron deliciosos! Auténtica comida yucateca con un sabor especial. Las tortillas se preparaban al momento por unas talentosas manos mayas.
Después de comer nos dirigimos a la piscina de la hacienda. La experiencia de nadar en un antiguo tanque con vistas a vestigios de la hacienda fue inigualable.
¡No éramos los únicos en la piscina! ¡Un par de encuentros con una amistosa rana nos hicieron el día!
Sin duda alguna, haber visitado la Hacienda Xocnaceh para comer fue más que un lujo para el paladar: fue un lujo para todos nuestros sentidos, un momento de conexión con la naturaleza, con el paisaje y con la historia.