Jardín de la 67

Juan Pablo González nos presenta el Jardín de la 67, diseñado por JNMX; una jungla citadina alrededor de un cuerpo de agua en el centro histórico de Mérida.

En los últimos meses hemos sido testigos de importantes y alarmantes cambios en las condiciones climáticas de nuestro planeta Tierra, que nos ha obligado a cues!ionarnos sobre el estatus de nuestros hábitats naturales, incluyendo el paisajismo. Sobre esta re»lexión nos hemos percatado que las plantas nativas comparten una simbiosis orgánica con el entorno, y están ligadas en su ADN a la tierra de donde surgen. Ellas están adaptadas al medio ambiente local, y, por ende, no demandan cuidados excesivos que lleguen a provocar mermas y desequilibrios ambientales; en conclusión, promueven suelos sanos.

En contraste, se ha convertido en un verdadero desafío diseñar jardines biodiversos en entornos urbanos, donde el concreto se ha expandido y las áreas verdes son reducidas, como sucede en el centro de Mérida; sin embargo, este reto nos ha ayudado a redirigir los esfuerzos para proteger y evitar el riesgo de declive de las especies autóctonas y que en la actualidad ya es considerado una amenaza contra la naturaleza.

Jardines Nativos Mexicanos (JNMX) es el difusor del nuevo diseño de paisajes en México, con sede en Yucatán, que utiliza especies de plantas nativas. A través de sus originales propuestas suscita rescatar y utilizar la vegetación propia de la región, con la finalidad de ganar territorio sobre las plantas alóctonas y evitar el desplazamiento de la «lora oriunda de la zona.

Vista desde el interior 
Fotografía: Mauricio Manzanilla

 

 

Vegetación
Fotografía: Mauricio Manzanilla

“Diseñar un jardín es un arte que conlleva a conceptualizar y con ello generar una estructura que le dará carácter, y más importante aún, un sentido al área verde, en donde cada planta desempeña una función especial para responder al lugar”, explica el arquitecto Rodrigo Escamilla, fundador de Jardines Nativos Mexicanos. De acuerdo con el experto, intervenir espacios naturales con este tipo de botánica ayuda a reforzar las relaciones interdependientes entre los seres vivos del terreno. “No hay mejor planta que la que habita en su sitio”, explica el líder de JNMX, responsable del proyecto “Jardín de la 67”, inspirado en un cobijo exuberante de vegetación tropical que surge espontáneamente, como los oasis cuando aparecen en el desierto.

Corte
Ilustración: JNMX

Su objetivo principal en este proyecto fue crear una jungla citadina alrededor de un cuerpo de agua, que se ubica sobre una antigua propiedad que fue reconstruida y que se localiza en el centro histórico de Mérida.

A partir de ese cuerpo de agua, que es una alberca, es como se asoció la vegetación con el entorno; se eligió el tipo de plantas y follajes que mejor se adecúan con los elementos existentes, como humedad, entradas de sol y materiales arquitectónicos que rodean la propiedad para crear contextos que se acercaran más a los ambientes naturales, en este caso, con los de la Península.

Para diseñar cada lugar, el arquitecto recorre el terreno y conforme se adentra en él es que va empezando a definir el tipo de vegetación que utilizará, eligiendo aquellas que van de acuerdo a las dimensiones y condiciones del espacio.

En el caso del proyecto “Jardín de la 67”, por el tipo de terreno y estado en el que se encuentra, se inclinó por una vegetación resistente a las condiciones del suelo, en la que predomina un alto grado de alcalinidad.

Después de que el suelo había sido descompactado y limpiado, se enriqueció todo el espacio a plantar con tierra regular y tierra de hoja, complementada con vermicomposta, sin dejar a un lado la cama de “mulch”, que se aplica para proteger al suelo de la sobre exposición solar, reducir la aparición de hierbas no deseadas y más importante aún, preservar la humedad y enriquecerlo.

Vegetación
Fotografía: Mauricio Manzanilla

 

Finalmente, se distribuyó la vegetación en las jardineras, otras fueron plantadas al suelo directo y se utilizaron también macetas de barro, porque el sustrato era muy superficial, para conservar la humedad y por la estética. Conforme uno se adentra al patio central, que está oculto por la antigua construcción, de inmediato la atención se dirige hacia las plantas que sobresalen por su altura como son el Chi’it (Thrinax radiata), Palo de tinte (Haematoxylum campechianum), Despeinada (Beaucarnea plia- bilis), Clusia (Clusia sp.), Uva de mar (Coccoloba uvifera), Flor de mayo silvestre (Plumeria obtusa) y el Náaj k’aax (Coccothrinax readii). “Estas especies se escogieron con madurez avanzada y fueron colocadas de manera simétrica pues eran dos características importantes que buscaban los propietarios. Ellas dan la pauta hacia dónde debes dirigir la vista y están ahí con el propósito de otorgar una estructura a los exteriores y limitar naturalmente las áreas verdes. De ahí las estructuras de los jardines surgen a partir de las visuales, y con ellas el orden”, comparte Rodrigo sobre su trabajo profesional.

 

Arquitecto Rodrigo Escamilla 
Fotografía: Mauricio Manzanilla

“Una vez delimitada la estructura, conservando su relación con el contexto acuático que se había propuesto, se procedió a enfatizar los espacios residuales con vegetación de acento y de relleno con porte medio-bajo que aportan variedad de texturas y de tonos, entre ellas plantas como: Helechos de manglar (Acrostichum sp.), Juluub (Bravaisia berlandieriana), Icaco (Chrysobalanus icaco), Lirios de playa (Hymenocallis littoralis), y un tipo de Crinum nativo (Crinum erubescens)”, explica el arquitecto sobre la selección de vegetación de este jardín.

Además, se añadieron algunos arbustos que sumaron discrepancia, como es el caso de la Verbena (Stachytarpheta cayennensis); Ikim burro (Croton peraeruginosus); y Malvaviscus arboreus, un arbusto «loral playero. También con el afán de darle un toque propio de jungla, se sumó el Makal u Oreja de elefante (Xanthosoma yucatanense) y, por último, se plantó la especie trepadora Anilkab (Bignonia diversifolia), que permite suavizar las vistas hacia la barda perimetral. En cuanto a los acentos herbáceos provocan una estampida visual para los visitantes a través de las distintas formas y texturas.

Por último, se sumaron dos áreas más que funcionan como una continuidad de la jardinera que corre a lo largo de la alberca con el objetivo de incrementar el área verde y la permeabilidad del terreno, para evitar las inundaciones futuras.

Proyecto antes y después / Project before and after
Fotografía / Photography: Mauricio Manzanilla

Con la vegetación nativa, se buscó asegurar una mayor adaptabilidad a las condiciones del ambiente y requerir un menor mantenimiento. Otra de las bondades de la vegetación nativa es que su integración a los espacios, como en el caso del “Jardín de la 67”, ayuda a reducir y controlar considerablemente la aparición de plagas, en contraste con las plantas exóticas o alóctonas que suelen ser las favoritas de muchos insectos, y así reducir el uso generalizado de plaguicidas y fertilizantes que dañan enormemente al manto freático.

Estos jardines nativos son un sistema vivo dinámico y comparten nuestra herencia. Pueden cambiar nuestra forma de vida en nuestro entorno personal, impactando en lo estético, lo cultural, lo social, pero, sobre todo, favoreciendo de manera positiva el ambiente, estabilizando su biodiversidad y ayudando a sanar y a recuperar los suelos de nuestro hábitat.

Proyecto antes y después 
Fotografía: Mauricio Manzanilla