Movilidad, el modus operandi de los paisajes

Ivonne Walls nos platica sobre “Movilidad, el modus operandi de los paisajes”.

La movilidad en los paisajes, ya sean urbanos o naturales, se ha convertido en el gran reto para los diseñadores y urbanistas del siglo XXI, ya que de ella depende la mejor calidad de vida de sus habitantes, al permitirles desplazarse de manera natural y fluida hacia los lugares donde realizan sus actividades cotidianas, así como dar significado a los lugares por los que transitan.

La movilidad se refiere a las formas y lógicas de movimiento de un individuo de un lugar a otro, por lo que comprenderla es esencial para lograr que éste tenga un adecuado acceso a los diferentes servicios que necesita o desea.

Vale la pena distinguir entre los términos transportación y movilidad, puesto que muchas veces se piensa que teniendo buenos medios de transporte la movilidad está asegurada y no es así. El transporte es el acto de mover a las personas, mientras que la movilidad es la capacidad del individuo para moverse libremente de un lugar a otro. En otras palabras: el transporte es algo que se hace y la movilidad es algo que se tiene.

“El transporte es algo que se hace y la movilidad es algo que se tiene.”

Actualmente los desplazamientos físicos y virtuales de personas, mercancías, conocimientos, información, etc., determinan el comportamiento y diseño de nuestras ciudades. El principal objetivo de la movilidad no reside en el movimiento mismo, sino en permitirnos el acceso a los recursos de cada lugar (servicios públicos, comercios, recreación, conocimiento, trabajo); convirtiéndose en una pieza clave que permite al ser humano conocer la diversidad del mundo y la oportunidad de acceder a sus recursos. Sin posibilidad de circulación, las personas quedan excluidas de participar en la vida colectiva y de tener interacción e intercambio con los otros.

Por ello, la evolución de las ciudades depende de lograr un equilibrio entre el movimiento y el reposo, entre los lugares para estar y los lugares para transitar. Cuando se rompe este equilibrio, la ciudad no cumple más su rol de permitir la interacción entre la gente y los servicios que re- quiere. La ciudad es el producto de una dialéctica permanente entre lo móvil y lo inmóvil.

Cabalgata en Tehuacán Fotografía: Roberto Pérez

Desde la invención de la rueda hasta finales del siglo XIX, la humanidad utilizó tres tipos de desplazamiento: a pie, a caballo y en barco, siendo sus espacios de movilidad los senderos y los ríos o mares. A partir de sus necesidades, los habitantes configuraron la forma y traza de las ciudades, donde las calles, plazas y puertos constituyeron los espacios de circulación y determinaron sus límites.

El papel predominante del sendero como el elemento de movilidad más efectivo que ha utilizado el ser humano a través de la historia, permitiéndole desplazarse a través de él por distintos medios, ha sido desde tiempos inmemoriales el lazo obligado entre los lugares, el vínculo que une los diferentes espacios y que permite transitar entre ellos.

 

Yucalpetén, Yucatán
Fotografía: Fernando Méndez

Con la llegada del automóvil y de transportes públicos como el tranvía y el metro, las formas de desplazamiento cambiaron de manera radical en tan sólo los primeros 40 años del siglo XX. Los medios de movilidad y la forma de trasladarse de las personas que durante 2 mil años fueron prácticamente los mismos, se transformaron drásticamente. Los transportes mecanizados invadieron rápidamente las calles de las ciudades, sin que una adecuación de la traza y los espacios urbanos fuera realizada para recibirlos, ocasionando desajustes en la movilidad de los ciudadanos y la fragmentación de las ciudades. El objetivo principal del desplazamiento que era el llegar a un lugar, cambió a que el traslado fuera lo más rápido posible. La velocidad se convirtió en un nuevo valor para el ser humano.

Holanda Fotografía: Lumi Lara

Frente a los problemas de congestionamiento y a los daños ecológicos que provocó el uso excesivo del automóvil, a principios del siglo XXI comienza a surgir una nueva reflexión en torno a los espacios de la movilidad, que destaca la necesidad de revalorizar las formas de desplazamiento destronadas por su monopolio y la urgencia de llevar a cabo rehabilitaciones urbanas para su desarrollo: el tren, la caminata y la bicicleta.

Ante este escenario, se comienza a tomar conciencia de que es ineludible y posible diseñar las ciudades contemplando varios niveles de movilidad, que van desde la caminata, hasta el uso del transporte público.

Ciclista Av. Jalisco
Fotografía: Thelma Cecilia

Creando centros de servicios accesibles y cercanos a las comunidades, las personas pueden desplazarse a pie o en bicicleta, reduciendo el uso del automóvil y disminuyendo sus consecuencias negativas.

Cada vez más, la necesidad de las personas, no sólo por desplazarse, sino también por hacerlo disfrutando el recorrido, ha tomado relevancia.

Segunda edición de la carrera pedestre en la región de la reserva de la biosfera
Fotografía: José Manuel Muños

Además, una nueva conciencia sobre la importancia de la salud, tanto física como mental, ha propiciado que ciudadanos de todo el mundo estén cambiando su forma de desplazarse, obligando a rediseñar la traza urbana para incluir vías adecuadas de movilidad acordes a sus necesidades. Un ejemplo claro serían las ciclovías en Holanda, que han reducido drásticamente el uso del automóvil y del transporte público, permitiendo a los habitantes apropiarse de los lugares y darles un nuevo significado.

Esta transformación permanente de la traza urbana nos permite entender que, como afirma la socióloga urbana Elisa Mendoza-Hatjchecorne, la movilidad es el modus operandi de los paisajes y que los diseñadores están obligados a incluir todas sus variedades para lograr un equilibrio y sustentabilidad que les permita ser eficientes sin perder su significado cultural y su potencial como experiencia. Sin embargo, no solo se debe modificar el paisaje sino también se debe responder a la necesidad de hacer de esos lugares espacios de vida y de experiencias; de evocar su vocación de medio ambiente, de darle magia a los espacios transitables, a los espacios dedicados a la multimodalidad y a las vías de modos compartidos (bicicletas, motocicletas y automóviles). En resumen, de convertir los lugares de la movilidad en espacios de nuevas prácticas sociales y de nuevas experiencias sensoriales.