Mendoza, un oasis irrigado

¿Qué árbol pondrías en tu banqueta? 

Esa fue la pregunta que nos llevó a contar la historia del lugar donde vivimos.

Mendoza, Argentina. Nuestra ciudad, muy cercana a la cordillera de Los Andes, sobre un plano pedemontano y un valle, está implantada en un desierto que nos parece extraño para los paisajes que habitualmente transitamos. 

Porque lo que habitamos y vemos son las consecuencias de una historia que merece ser contada. Lo que ocurrió en Mendoza es producto de la intersección entre culturas nativas y de conquistadores. De los huarpes, de los incas, de los españoles, los criollos, las inmigraciones de finales de los siglos XIX y XX. Todo se ha fusionado, todos han aportado y lo que quedó, la resultante, es lo que somos. 

El parque que nos distingue

En 1890, por iniciativa del entonces ministro de Obras y Servicios Públicos, el Dr. Emilio Civit, el gobierno provincial contrató al higienista Dr. Emilio Coni para analizar la situación sanitaria que hacía disminuir la población. Desarrolla en su momento un extenso informe donde analiza lo existente y planifica las obras de saneamiento. De esas recomendaciones surge la idea de desarrollar un parque al oeste. Con la aprobación de la ley N° 19 de 1895 se crea el Parque del Oeste para lo cual se convoca al Paisajista francés Carlos Thays.

Sobre esas 394 hectáreas de suelo pedregoso y escasa de agua, se levanta el parque. Todas las complejidades fueron superadas con el ingenio de quienes llevaron adelante la obra; acequias y canales y hasta riego a balde para que el agua llegara a todas las especies que se implantaron. Forestales que se crearon de semillas traídas de Europa para lograr que se adaptaran a las condiciones locales y otras, nativas, estudiadas en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires para su uso paisajístico y su incorporación al diseño de los espacios públicos, son parte de la historia del Parque artificial más grande de América del Sur.

Imágenes de los prados actuales del parque
Foto María Rosana Rojas

La conformación final de este proceso se alcanzó en los años 40, con las obras del arquitecto Daniel Ramos Correas. Es quien mejor interpretó lo que había y lo que faltaba, surgió un nuevo concepto paisajístico, ni inglés, ni francés. Creó un paisajismo propio, nuestro, con connotaciones andinas, donde amalgamó lo transitado desde antes de la conquista hasta nuestros días.

La trama del arbolado

Pero volvamos a las calles y su arbolado. Los estudios de Coni indicaron que el arbolado público no era el apropiado. Un par de años después de que el Parque comenzó a tomar forma, comenzó de igual manera a difundirse el uso de nuevas especies. De esa difusión surge el nuevo arbolado urbano y rural. Plátanos (plátanus acerifolia), moreras, tipas entre otras especies. Su colocación ya no es cada 4 metros, como fue en un principio. Se ubican cada 8 metros. Su presencia como un componente ineludible de nuestras calles no se relaciona con la contingencia. Ahora, es el acondicionamiento climático, la disminución de la radiación solar, el incremento de la humedad ambiente, y la creación de condiciones apropiadas para el desarrollo de la vida y las actividades bajo su follaje lo que motiva su difusión. Se fue generando un sistema. Y como en todo sistema, no se puede separar un elemento de otro. No hay canales sin producción, ni acequias sin árboles. No hay ciudad sin campo, árboles sin riego, ni vida de calidad aceptable sin árboles bajo los cuales desarrollar nuestras actividades.

 

El sistema: desde los incas hasta nuestros días

El sistema de riego necesita personal capacitado para que sea conducido. El agua de deshielo escurre desde las cumbres de Los Andes y confluye en los ríos. En el caso del Oasis Norte, donde vivimos, son los ríos Mendoza y Tunuyán inferior. El Oasis Centro se ha creado con aguas del río Tunuyán superior. Y el Oasis Sur, con aguas de los ríos Diamante y Atuel. El agua que llega por los ríos es embalsada para ser distribuida. Esos diques, también, son generadores de energía eléctrica y actividades turísticas. Dentro de los oasis se localizan las plantas potabilizadoras que abastecen a las zonas urbanas y los pueblos rurales. Y, también, las plantas de tratamientos de líquidos cloacales que son reutilizados para riego. Los Oasis son una extensión habitable, biológicamente acondicionada, donde convive lo agrícola, lo habitacional, la producción industrial, los servicios, etc

Compuertas reguladoras de las distribución de agua

En el Oasis Norte, la primera obra de contención es el dique de Potrerillos. Regula los caudales de agua para disponer de volúmenes más o menos homogéneos entre invierno y verano. La distribución comienza aguas abajo, en el dique derivador Cipolletti, donde nacen los canales matrices Guaymallén y San Martín. Ahí comienza la distribución en el territorio a través de canales que se van desprendiendo, manejados por compuertas que se abren o cierran para generar la distribución

Abiertos o entubados, los cursos de agua recorren todo el territorio habitado. Son más visibles en las zonas rurales y menos percibidos en las áreas urbanas. Son, también, parte de la red de contención aluvional. El régimen de lluvias es torrencial, mucha cantidad de agua en pocos minutos que es conducida por la gravedad hasta el mismo canal Guaymallén. Porque sigue siendo el colector final de los efluentes aluvionales y pluviales. 

Los zanjones son los encargados de transportar el agua de riego que es derivada por acequias menores para llegar hasta el arbolado público de calles y espacios verdes (Plazas y Parques), pulmones proveedores de zonas de recreación y reguladores de la temperatura de los veranos. Mendoza es un desierto que puede llegar en verano a los 42° de día y 38° en las noches más tórridas. El mismo sistema, iguales mecanismos, pero con otras consideraciones hacen al riego de las zonas cultivables. Mayores calibres de los cauces, de más a menos, según los caudales, las distancias y las superficies a servir.

El sistema de riego sigue dando respuesta a nuestras necesidades y las del hábitat, para llegar, finalmente, a las lagunas naturales de la zona desértica, donde sigue proveyendo a la naturaleza de lo necesario para su sustento y supervivencia 

 

Entonces, para dar una respuesta a la pregunta, ¿Qué árbol? Mi opinión es:

aquel que se adapte a las condiciones que podemos generarle

Vista del dique Potrerillos y su embalse