Percepción sonora y paisaje

¿Qué pasaría si viviéramos en un mundo sin formas, olores, colores, sonidos y sabores? ¿Si esa realidad que nos rodea y que damos por hecho no existiera, o no fuera tal como la percibimos?

Contemplar un atardecer en otoño y disfrutar de los tonos naranja que tiñen el cielo; el olor a café por la mañana; el sonido de las gotas de lluvia al golpear la ventana; el tacto de la arena mientras se escurre entre nuestros dedos ¿Y si nada de esto existiera? ¿Si el mar no fuera azul, ni el azúcar dulce, ni de las flores surgiera ningún olor y viviéramos en un mundo silencioso, inoloro, incoloro e insaboro y todo aquello que creemos ver, oír, oler, saborear, tocar, fuera sólo una invención de nuestro cerebro?¹

Los sentidos en los seres vivos son una puerta de acceso al mundo exterior, y a través de ellos exploramos el entorno y obtenemos información sobre él.
Sin embargo, no son simples receptores de la realidad que transforman los fotones en imá- genes, las vibraciones en sonido, y las reacciones químicas en olores y sabores.

Tampoco las percepciones que recrea el cerebro a partir de esos estímulos identifican el mundo exterior tal y como es. De hecho, aquello que nos rodea y la imagen mental que tenemos en ocasiones no tienen mucho que ver.

 
Fotografía/photography: Pixabay

El oído, después de la vista, es el sentido que más nos permite reconocer la realidad del entorno. Le siguen en orden el tacto, el sabor y el olor.
Hasta hace poco, se pensaba que los sentidos actuaban de forma individual y que el cerebro los procesaba por separado. No obstante, descubrimientos realizados en la última década demuestran que algunos estímulos pueden alterar la percepción de otros. En el año 2000, neurocientíficos de la Universidad de California llevaron a cabo un experimento en el que mostraban a una serie de individuos un flash de luz, al que acompañaban de dos breves tonos sonoros. Curiosamente, la mayoría de los participantes afirmaban ver dos flashes de luz en lugar de uno.

Esto demuestra que el sonido es parte fundamental de la percepción, como parte integral de nuestra conformación de una realidad.
La habilidad de nuestro cerebro para mezclar las informaciones procedentes de los sentidos, nos permite integrar de forma inmediata una percepción de la realidad del entorno y nos capacita para hacer juicios y tomar decisiones al instante.

La importancia de sentir y de percibir tiene, desde un punto de vista evolutivo, mucho sentido puesto que nos prepara para enfrentarnos al medio ambiente.

No sólo nos permite saber cómo y dónde vivir, de qué defendernos, si algo es o no peligroso; también hace que podamos entender y disfrutar el mundo en que vivimos.

Pero no sólo eso, los estímulos pueden también alterar el comportamiento o producir respuestas conductuales, lo que resulta vital en entendimiento del efecto de los sonidos en nuestra percepción del entorno. Así pues, cuando nos referimos a la interpretación de un paisaje, debemos considerar que no debe reducirse a una mera apreciación visual y de vivencia/experiencia. La colección de sonidos que emanan de él es tan importante como su topografía, su morfología, su clima, etc. Si cerramos los ojos y escuchamos, por ejemplo, una grabación con el sonido de las olas del mar, nuestra mente nos transporta de inmediato a ese escenario e incluso en ocasiones podemos sentir el calor y el sabor salado del ambiente e imaginar las voces de las aves que lo habitan.

Autores como Bryan C. Pijanowski en su estudio “Sound- scape Ecology: The Science of Sound in the Landscape”, han acuñado el término de paisaje sonoro o “sound- scape”, buscando reconocer y demostrar que los sonidos también son parte integral del paisaje y quesu estudio e inclusión es fundamental para su mejor comprensión e interpretación.

De acuerdo con esta teoría, el paisaje sonoro se compone por sonidos biológicos (biofonía), geofísicos (geofonía) y de aquellos producidos por el hombre (antropofonía). Así como sucede con los olores o las imágenes, asociamos los sonidos a los paisajes que los producen y son una propiedad perpetua y dinámica común a todos ellos. La suma de sonidos que provienen de los paisajes genera en nosotros la noción del espacio que nos rodea y determinan nuestra percepción de él.

Existe un vínculo del paisaje sonoro con las variables ambientales (geografía, latitud, clima, altura, etc.), y también con la manera en que éstas impactan al ser humano.

En los paisajes naturales predominan los sonidos ambientales producidos por los animales y por los elementos biológicos (agua, viento, etc.), mientras que los paisajes urbanos, por el contrario, están dominados por sonidos producidos por seres humanos y se transmiten desde una variedad de fuentes, como autos, música, sirenas, voces, la fricción de los neumáticos sobre el pavimento, etc.

Pero, más allá de eso, desde tiempos inmemoriales los sonidos de la naturaleza han estado indisolublemente ligados a la calidad ambiental y al bienestar del ser humano, Así pues, dado que el sonido es una propiedad fundamental de la naturaleza y debido a que puede verse afectado drásticamente por una variedad de actividades humanas, es realmente sorprendente y paradójico que el sonido no se haya convertido en una medida más apreciada en este sistema intrínseco entre el hombre y su entorno. Hasta la fecha no existe una teoría específica sobre la importancia ecológica de los sonidos que emanan de un paisaje, aunque el avance en las nuevas tecnologías está permitiendo el progreso de la investigación sobre este tema y sobre su impacto en el bienestar de los seres que los habitan.

De ahí la importancia de la vinculación del paisaje sonoro con las variables ambientales. El estudio de los impactos humanos en el paisaje sonoro y de éste en los seres humanos y en los ecosistemas nos permitirá desarrollar plenamente un nuevo concepto de paisaje.


Fotografía / Photography: Antony Trivet – Pexels

“Debido a que los paisajes sonoros son nuestro vínculo auditivo con la naturaleza, debemos abogar por su protección como parte esencial del entorno.”

El estudio de paisajes sonoros puede proporcionar información valiosa sobre la dinámica en la que operan, para determinar los elementos que los caracterizan y los hacen diferentes a otros. Cada vez más en distintas partes del mundo se están desarrollando teorías sobre la interacción de los patrones y procesos que ocurren en el interior de los paisajes y de cómo el estudio de sus sonidos puede mejorar nuestra comprensión de ellos y de cómo los humanos y otros factores afectan sus ecosistemas.

Esto permitirá plantear directrices que eviten dañarlos y revertir la tendencia destructiva practicada en los últimos siglos, para lograr su conservación y desarrollo en aras de un beneficio para todos.

Arquitectos y paisajistas en todo el mundo están ya tratando de incorporar sonidos a determinados paisajes con el fin de resaltar sus cualidades y volverlos únicos; tal es el caso del órgano marino creado por el Arq. Nikola Bašić en Zadar de Croacia, que suena cuando las olas penetran en sus 35 tubos afinados de diferente manera ubicados en plataformas de distinta altura produciendo melodías con la entrada del líquido marino.

Sí estás leyendo este artículo escuchando música, el sonido de las aves, las gotas de la lluvia sobre tu ventana, las olas del mar o simplemente el que producen las personas que están a tu alrededor o el de los automóviles en las calles, entenderás perfectamente la importancia de darle un mayor valor a este sentido. Si además lo estás acompañando con un buen café y estás disfrutando de su olor y su sabor, ¡que lo disfrutes!


Fotografía / Photography: IvanVuksa – Pixabay
Órgano marino creado por el Arq. Nikola Bašić en Zadar.

¹ CABRELLES S. (2018), “Percepción Sonora y paisaje”, Círculo de lectores, Barcelona.