Cuando el Primer Paisaje Reclama su Lugar
Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo… No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo.
No había nada dotado de existencia… Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento. -¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y se desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! –Así dijeron-. (Popol Vuh: 169, 171).
El paisaje que más ha impresionado al hombre es el natural. Miles de años moldeando la tierra, ecosistemas buscando su equilibrio, el agua y el viento como manos sobre el barro ha dado como resultado que el hombre se maraville de tal creación, y con ello, la conformación de cosmovisiones en los pueblos originarios del planeta.
Los días acaecidos en este confinamiento, ocasionado por un virus salido de su hábitat, nos ha puesto a reflexionar sobre este paisaje que a pocos ha preocupado su continuo deterioro. Un supuesto desarrollo de nuestra civilización ha ocasionado la pérdida de gran parte de este paisaje natural, ecosistemas que mantienen en equilibrio el planeta, y que paradójicamente, los pueblos originarios son los que mejor preservan estos ecosistemas con su sabiduría milenaria.
Para el pueblo originario de los mayas el agua es lo que ya existía, y a partir de ello, de esta tranquilidad, es que surge la tierra y se conforma el paisaje con relieves, los animales fueron creados y ocuparon los espacios asignados por los Dioses. El hombre es el último en la lista de la creación y llegó a ocupar un espacio ya habitado.
Para los wixárikas, en el inicio de los tiempos, el paisaje natural se iluminaba por la luna y las estrellas. El hombre emergió del mar para encontrase con el venado y el nacimiento del sol, en el primer amanecer. Paisaje similar describen los seris al explicar que, en la tierra, sólo existían el mar, el cielo y los animales marinos; la tierra es creada posteriormente con la arena que la tortuga caguama logra sacar de las profundidades.
En las culturas de mesoamérica la presencia del agua es fundamental, es algo que no fue creado, ya existía, que de ella surge la vida y también la tierra en la cual habitarían los animales y el hombre. En nuestra geografía de la península de Yucatán es difícil concebir este paisaje, pues el agua pertenece a un paisaje subterráneo, en el inframundo, al cual se accede por medio de cuevas y en gran parte de este territorio por los cenotes y pozos.
La presencia del hombre en la tierra ha sido un punto de inflexión en la historia del paisaje natural, en nuestra región este paisaje fue transformado por el hombre con la construcción de las grandes y pequeñas ciudades del periodo mesoamericano. La ausencia de grandes acuíferos superficiales obligó a los mayas a reformar el paisaje para tener acceso al vital líquido en sus asentamientos (Schele y Freidel, 2011: 62). Asimismo, los hizo valorar estos repositorios volviéndolos sitios sagrados y vincular sus centros ceremoniales con la ubicación del agua.
Lo anterior no libró a estas urbes de su colapso (Thompson, 2012), y pese a su avance científico en aritmética, su exacto calendario y su conocimiento astronómico (Sharer, 2003), la estructura sociopolítica que ayudó al pueblo maya a vivir en armonía con su entorno natural, fue el del Kúukchabal.
Esta jurisdicción de los gobernantes supremos estaba integrada por pueblos llamados cab, con una relación de familias extensas con carácter social, “y su espacialidad se determinaba por la extensión de los montes ocupados o cultivados, es decir de los lugares donde se había invertido energía humana, y de ninguna manera estaba delimitaba con límites o linderos linealmente trazados” (Okoshi Harada, 2018: 18).
Ante los hechos de deterioro de los ecosistemas ¿Cuál es el paisaje que hoy en día nos invita a reflexionar sobre el futuro? Para los mayas el futuro está a nuestra espalda y el pasado al frente, porque es algo que podemos ver con claridad, no así el futuro. Si miramos nuestro pasado, podemos ver las grandes ciudades del periodo mesoamericano que han sido reclamadas por el primer dueño del espacio: la naturaleza.
Aunque algunos arqueólogos denominaron a estos asentamientos ciudad jardín (Folan, Kintz y Fletcher, 1983), la necesidad de alimentos transformó drásticamente el entorno natural, llevando al colapso a las grandes ciudades. Hoy día se busca un paisaje urbano que integre a la naturaleza y no la integración de lo urbano a la naturaleza, el primer ocupante del espacio.
Soluciones ante la problemática climática y energética son la puesta en escena de la agroecología, ya practicada por siglos en los poblados mayas, pero que ahora es propuesta como una solución en las zonas urbanas.
El equilibrio entre los humanos y la tierra es necesario, pero esto implica un cambio de postura ante nuestra existencia en este mundo, una forma más coherente de habitar el territorio; filosofía que los pueblos originarios han practicado por siglos y de la que mucho podemos aprender, en el concepto de la subjetivación de la creación, el ser es uno más en este planeta y no el centro de la creación.
Y después nos dijo bajito: no les entiendo. Ustedes se paran y me muestran la derecha que queda en un rumbo, pero si giran, la derecha queda en otro rumbo, y si vuelven a girar la derecha sigue girando. Ustedes son el centro de todos los caminos y ponen el nombre de los rumbos según se ponen ustedes y piensan que todo el mundo gira alrededor.
Nosotros no pensamos así. Si giramos y giramos y giramos y giramos, el sur siempre es el sur y el norte es el norte. Nosotros estamos en el mundo, no somos el centro del mundo. Todo el camino fue silencio. Ese día entendimos que no solo somos dos mundos diferentes, sino que los mayas tienen la razón (Indignación AC, 2014).