SailingLab020 Taller itinerante de una comunidad creativa entre los Resilientes Paisajes Mediterráneos

Actitudes adaptativas y simbióticas compartidas como metodología de la práctica de diseño contemporáneo para la coexistencia en tiempos de crisis.

Durante el mes de julio de 2020, la comunidad del LWCircus, compuesta por artistas, curadores, arquitectos, arquitectos paisajistas, fotógrafos y cineastas, se reunieron para aportar su contribución en el debate sobre el futuro de la disciplina de diseño «post COVID», decidieron transformarse en una tripulación y embarcarse en un viaje por el mar Mediterráneo, entre Córcega y Cerdeña, redescubriendo culturas arcaicas, lugares de comercio y migraciones de personas, animales y especies botánicas.

Una vez desembarcados en una pequeña isla, hogar de benedictinos en el pasado, hoy parte del singular Parque Natural Nacional de La Maddalena, la tripulación del LWCircus, mientras colaboraba con la resiliente comunidad de la pequeña isla (conformada por humanos y no humanos), comenzó a discutir sobre el sentido cívico de las respectivas disciplinas, para que después se trabaje en la activación de un proceso de reapropiación de la memoria y el sentido del lugar.

Sitio de Acercamiento
Fotografía: Andrea Faggioni

A lo largo del proceso metodológico, la tripulación, convirtiéndose en tribu, entró en una “modalidad de escucha” con el resto de la naturaleza, estableciendo una conexión con el sentido más íntimo de ese lugar.

Al acercarse a la isla, cerca de la playa donde desembarcaron, encontraron un escenario perfecto: a la derecha, algo parecido a un refugio hecho por una intrincada asociación de una excepcional comunidad de especies portadoras de un altísimo valor ecológico (Myrtus communis, Juniperus phoenicea, Tamarix gallica, Pistacia lentiscus, Juncus acutus, Helichrysum italicum, Sedum), en medio de un maravilloso claro, un jardín único hecho por la naturaleza.

El Refugio
Fotografía: Chiara Baldi

Así, la Comunidad Creativa decidió dejar de lado los prejuicios culturales derivados de sus disciplinas y comenzó a apoyar la vocación del lugar: entre la oscuridad de un pequeño e intrincado bosque, la asociación de enebros, atacada por los líquenes, pareció hablarles, pidiendo ayuda.

Primero, la tribu decidió limpiar para ver cómo era exactamente el espacio allí: era como una cúpula, oscura por dentro (un refugio perfecto).

Pensaron que era como el bosque oscuro de la Divina Comedia de Dante, ya que el viaje se debía a la necesidad de afinar sus referencias disciplinarias; entonces, la aparición fortuita del bosque oscuro resultó iluminadora. Así que la primera acción fue escuchar, luego limpiar para ver lo que había dentro: qué tipo de espacio había allí.

Enebros con líquenes
Fotografía: Chiara Baldi

Vegetación local
Fotografía: Andrea Faggioni

Vegetación local
Fotografía: Andrea Faggioni

Después de la limpieza, observaron las características del lugar y decidieron cómo proceder. Era un lugar que proponía cómo actuar: era un proceso de diálogo, adaptativo y simbiótico. Así que la Tribu decidió proceder trabajando en los vacíos, actuando por sustracción en lugar de añadirle cosas.

Observando el lugar se dieron cuenta de las sugerencias: en las vistas abiertas al cielo y al horizonte (mirando al norte, la Córcega), había un Enebro que yacía en medio del espacio y éste sugería la mejor posición para inspirar el descanso del cuerpo y el alma.

Proceso de diseño
Fotografía: Chiara Baldi

Así que empezaron a recoger madera que llegaba del mar y trataron de encontrar la mejor solución para crear una especie de lecho, desde donde podrían disfrutar del asombroso «locus amoenus» y contemplar el Universo. Desde la chaise-longue vieron las aperturas hacia el cielo, así que trabajaron en la delimitación de las vistas, cortando los bordes de los enebros, haciendo aperturas circulares.

Pero lo primero que hicieron fue reestructurar la entrada. Fortificaron el umbral, el arquitrabe (ramas) y los escalones (piedras). Por último, al limpiar y quitar cosas, descubrieron una piedra (altar), así que abrieron la ventana al horizonte inmanente del atardecer. El aspecto interesante de la forma de actuar de la tripulación de LWC, creo que es el reconocimiento en la limpieza y el orden como primer acto para impulsar la metodología de diseño.

Luego crearon un proyecto vivo. Establecieron un proceso de diseño dialogante, donde se siguió la aspiración y la exigencia del lugar, ayudando a la naturalidad del espacio. De esta manera, haciendo elecciones, impulsan una retroalimentación futura para dar oportunidad a la naturaleza de continuar en el proceso de diseño, creando un resultado final que será visible durante el tiempo.

Probando los materiales locales
Fotografía: Andrea Faggioni

En este sentido el proyecto está inacabado y siempre en marcha hacia otro estado de equilibrio temporal, dando a los co-creadores la oportunidad de intervenir en un momento posterior. Durante el proceso de elaboración, hablando a menudo de etnobotánica, optaron por aquella que puede considerarse una “ecología humanista”, en la que los seres humanos deben ser considerados parte del “unicum” (todo el sistema del que todos formamos parte, como seres vivos), en lugar de actores dominantes.

Esta forma de actuar es lo que parece sugerir un cambio de paradigma dentro del método de trabajo de nuestra disciplina: cumplir con las exigencias del sistema, resultar lo más resistente posible y en equilibrio con el resto del propio sistema.

Es una nueva metodología de diseño que debe ser oyente, adaptativa, simbiótica con el resto, para resultar efectivamente resiliente y tratar de restaurar el equilibrio perdido, actuando con un cambio completo de dirección, donde es necesario repensar la forma de actuar y vivir el planeta.

Recolección de materiales locales
Fotografía: Andrea Faggioni