Paisaje y Salud: Conectando con el bienestar
EL CONCEPTO CULTURAL DE PAISAJE HA EVOLUCIONADO DESDE SU CONCEPCIÓN COMO UNA SIMPLE VISTA O IMAGEN, HASTA SU DEFINICIÓN COMO PRODUCTO CULTURAL PORTADOR DE VALORES COMO LA HISTORIA, LA IDENTIDAD Y LA MEMORIA.
Los seres humanos nos movemos en un paisaje específico, por lo que tanto nuestra percepción como nuestra vida están conectadas con él a través de una relación causal y obligada.
Existen evidencias basadas en estudios recientes en los campos de la medicina, la psicología y la arquitectura que demuestran que nuestra relación con el paisaje (esa construcción cultural y natural con la que interactuamos permanentemente) tiene repercusiones en el bienestar y la salud del ser humano.
Autores como Laura Menatti y Antonio Casado da Rocha proponen un concepto teórico llamado «paisaje procesual»1 para explicar este binomio salud-paisaje, que amplía su definición relacionándola también al campo científico y ético.
Dado que el paisaje es algo más que simplemente parte de nuestro patrimonio cultural o un lugar a preservar por el placer estético que brinda, se debe reconocer el derecho del ser humano al paisaje, como algo intrínsecamente vinculado al bienestar de las generaciones presentes y futuras, al tener repercusiones directas en su salud al momento de percibirlo y disfrutarlo.
Gracias a numerosos estudios médicos, psicológicos y sociológicos, hoy en día existe una gran cantidad de evidencia que demuestra esta conexión salud-paisaje. El concepto de paisaje procesual es la demostración teórica de esta relación donde la percepción es la clave para explicar la relación casual que existe entre nosotros y nuestro paisaje.
Desde tiempos remotos, el hombre ha detectado que diversas enfermedades se curan o se controlan mejor en determinados ambientes y climas. Así, por ejemplo, los enfermos de tuberculosis eran llevados a altas montañas donde el aire fresco ayudaba a mejorar su salud. Otros se trasladaban a las playas para beneficiarse de los efectos del sol o se refugiaban en determinados entornos naturales.
El mundo actual y la vida moderna nos han forzado a vivir en las ciudades, donde cada vez y con más frecuencia se construyen zonas verdes como parques y jardines como uno de los recursos más utilizados para suavizar los efectos negativos del paisaje urbano, ya que se ha demostrado que percibir y vivir estos espacios naturales favorece nuestra salud, tanto física como mental, además de que promueven la interacción con otras personas y la práctica de actividades benéficas para el ser humano como el ejercicio.
El biólogo de Harvard, Edward O. Wilson, ha documentado la tendencia que tenemos los seres humanos a preferir el paisaje natural, asegurando que esta preferencia por la naturaleza (biofilia), es innata y que su origen se remonta a los lazos emocionales que nuestra especie ha desarrollado durante los miles de años de evolución en comunión con el entorno.
Otras hipótesis como la teoría de la sabana formulada por Gordon Orians, la de la perspectiva de refugio formulada por Appleton, la perspectiva informacional de Stephen y Rachel Kaplan o incluso la geometría de fractales, tratan de explicar este fenómeno. Todas ellas hacen énfasis en los diferentes aspectos que facilitaron el desarrollo de este vínculo, pero coinciden en que la naturaleza por sí misma reporta beneficios importantes para la salud y tiene efectos positivos en el ser humano.
En 1984, Roger S. Ulrich, publicó un artículo en la revista Science donde exploraba cómo las vistas que tienen los pacientes desde la ventana de un hospital, pueden influir en su proceso de recuperación, reduciendo el estrés y la ansiedad, además de facilitar estados emocionales positivos.
El resultado de su experimento fue que los pacientes que tenían vistas a un paisaje natural se recuperaron significativamente antes, necesitaron tomar menores cantidades de analgésicos para el dolor y, recibieron menos comentarios negativos en las evaluaciones que realizaron las enfermeras.
Desde los años 80, los japoneses también han ido más allá de la simple percepción del paisaje promoviendo su experimentación y vivencia. A esto lo llaman shinrin yoku, que podríamos traducir como baños de naturaleza o sumergirse en la atmósfera de la naturaleza. Se trata de experimentar el entorno natural con todos los sentidos, con plena conciencia e identificar los beneficios que tiene para la salud.
Aunque la literatura científica no es todavía muy extensa en esta área, hoy existen suficientes indicios para afirmar que permanecer al menos veinte minutos en el paisaje ayudan a la relajación y a la reducción del estrés, de la tensión muscular y de la presión sanguínea, aumentando la amplitud de las ondas cerebrales de tipo alfa.
Otros estudios han indicado que, al existir una mayor concentración de iones negativos, el mero hecho de estar en el bosque podría facilitar la activación del sistema nervioso parasimpático (el que gestiona los estados de relajación y reposo) y podría ayudar a regular los niveles de glucosa en sangre.
Existen, además, estudios que relacionan las actividades en el entorno natural con un aumento de la actividad de células NK (natural killers), encargadas de la destrucción de células tumorales o infectadas por un virus. Por último, se ha observado que las actividades en ambientes naturales ayudan a reducir los niveles de hostilidad y depresión en las personas y fomentan las emociones positivas.
Como sólo hace un par de décadas que se realizan estudios en esta área, falta todavía determinar cuáles pueden ser los beneficios a largo plazo de este tipo de actividades. Lo que sí podemos afirmar, es que el paisaje en el que se desarrolla nuestra vida afecta de forma positiva o negativa nuestra salud. Las vistas que tenemos desde la ventana de nuestro hogar o desde nuestro lugar de trabajo, pueden influir en nuestro humor, lo que repercute en nuestro bienestar físico y mental.
Incluso el simple hecho de observar un cuadro o la fotografía de un paisaje mejoran nuestro ánimo. Debemos buscar zonas verdes donde podamos relajarnos y desconectarnos del ruido y de las aglomeraciones de la ciudad, sabiendo que estamos beneficiando a nuestra salud, ya que contactar directamente con la naturaleza nos permite sentir los lazos innatos que tenemos con ella.
Afortunadamente existen ya dentro de la psicología, vertientes o filosofías cuyo objetivo es incluir la perspectiva ecológica en el estudio humano, como por ejemplo la psicología de la conservación y la eco-psicología.
Lo que estos enfoques demuestran es que la forma en la que nos relacionamos con el planeta nos afecta, para bien o para mal, y que por esa razón la promoción, mejora y conservación del paisaje es fundamental para lograr el mejor desarrollo de una vida sana y de un mundo mejor.