Mi Entorno, Escenario de Aprendizaje

La palabra “paisaje” evoca las pinturas realizadas por los artistas que han plasmado lo que observan en un valle, en un lago, en un río, en una ciudad o en un poblado, es decir, en un paisaje.

Al observar una pintura que representa un paisaje, nos transportamos a otro ambiente, nos lleva al entorno que estamos observando, logrando incluso, transmitir sensaciones.

La geografía actual ha dado a la palabra paisaje un uso muy amplio que lo presenta como un concepto de análisis espacial que permite ver el conjunto sin desintegrar sus elementos. Unos de estos elementos materiales son de origen natural y otros de origen humano, y en ambos casos conocer el paisaje también implica estudiar lo que estos elementos significan culturalmente. Mantener unidas las variables ambientales y culturales es una característica que forma parte de la esencia de la geografía.

Fotografía: Pexels.com

Podemos decir que, a través de la observación de un paisaje logramos interpretar sus características físicas, contemplamos todos los elementos que lo conforman y meditamos el valor del conjunto de ellos, el paisaje nos cuenta la historia del paso del tiempo y en ocasiones, nos murmura las modificaciones que ha sufrido por la acción del hombre. Se percibe la compleja convivencia entre la naturaleza y el ser humano, lo cual, llevará al observador a un estado de reflexión acerca de su entorno.

“El paisaje es un recurso educativo que nos ofrece grandes posibilidades para aprender una serie de contenidos.”

Leyendo en la naturaleza
Fotografía: pexels.com

Este es utilizado a menudo en los colegios de educación primaria para enseñar en asignaturas como ciencias sociales o ciencias de la naturaleza. La educación ambiental entraña su finalidad en “la práctica, en la toma de decisiones y en la propia elaboración de un código de comportamiento con respecto a las cuestiones relacionadas con la calidad del medio ambiente” y con la calidad de vida. La educación ambiental busca un cambio de hábitos, un cambio profundo de la autorregulación de nuestro comportamiento.

Debe comenzar por transmitir la gran problemática ambiental que sufre nuestro entorno, lo que a su vez, debe generar en el individuo, la preocupación por entender el impacto que causan sus acciones y hacer que se cuestione acerca de cómo debe actuar para evitar el impacto ambiental de sus decisiones… en este momento, la persona está lista para recibir guía didáctica de las buenas prácticas que debe adoptar para reducir el consumo de insumos y generar la cantidad mínima de residuos. Si transportamos este principio a una comunidad educativa, como lo son, escuelas desde maternal hasta universidades, incluso en las instituciones públicas y privadas en donde, día a día, se generan impactos ambientales de todo tipo, la educación ambiental se vuelve un factor crítico de cambio cultural.

Regando un huerto
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Habíamos comentado que el paisaje es un elemento didáctico, concluyendo que el paisaje es el conjunto de elementos que aporta la naturaleza y el hombre conviviendo en todo momento entre si. En este sentido, si entrelazamos la educación ambiental con el entorno de los niños en una escuela, por ejemplo, estaremos transformando el comportamiento de esa comunidad de aprendizaje. Lo que llevará a la escuela o institución hacia un cambio de cultura, un fortalecimiento de valores, una sociedad consciente, basada en la reflexión y comprometida hacia la acción.

El comportamiento de las personas se ve profundamente influenciado por su entorno. Su actuar se verá determinado por las condiciones que lo rodean, dictando un buen comportamiento siempre que el ambiente sea congruente con los principios de una gestión ambiental responsable. Por tanto, los líderes de una escuela o institución deben transformar su cultura para inspirar una actitud más sustentable.

Estudiantes visitando un huerto urbano
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