Luz, Pintura y Paisaje: Un recorrido por el arte
El paisaje es una construcción en la cual la definición difiere según nuestros orígenes y de acuerdo a la época de la cual hablemos. El paisaje oriental es diferente que el occidental.
El paisaje de hoy no es aquel de los siglos precedentes. Por ejemplo en Europa, el descubrimiento del paisaje en la pintura corresponde al desarrollo de la perspectiva lineal. Ella es el testimonio de una cierta percepción sobre el mundo que se instaura en el siglo XV: una mirada que toma distancia con respecto a las cosas y las establece poco a poco en un entorno objetivo, desprendido del sujeto.
Estados Unidos, habrá que esperar hasta el siglo XIX para que el espacio salvaje (wilderness 1), que anteriormente era una abominable desolación, sea celebrado como paisaje. Por el contrario en China, el género del paisaje se llama shan-shui, que podríamos traducir como “montañas y agua”.
La pintura de paisaje china responde a una dimensión vertical donde la proporción horizontal occidental es remplazada por un escalonamiento vertical de los planos.
Si nos concentramos sobre el aspecto occidental del tratamiento del paisaje, podemos afirmar que el género pictórico conoce un nuevo punto de partida hacia el final del siglo XIX.
Éste no se inspira de escenas bíblicas como en la pintura del Renacimiento sino que comienza a inspirarse del conjunto del paisaje real y de las sensaciones obtenidas por la reunión del hombre y el paisaje.
Esta sensación es teorizada por Georg Simmel con el nombre de stimmung, que corresponde a un encuentro atmosférico del paisaje con el estado el alma del espectador.
Es la llegada de la fotografía lo que genera una modificación del pensamiento pictórico paisajístico, ya que ésta se pretende más precisa y más realista que la pintura o el dibujo.
De esta forma, para continuar su existencia, los pintores no tienen otra opción que reinventarse y dejar de lado la representación exacta de los paisajes, para dar lugar a sus emociones y crear espacios abstractos más personales.
La fotografía conllevó una trasformación de la sensibilidad que va a derivar en la corriente Impresionista.
En ese entonces, la humanidad asistió a uno de los más grandes cambios en la imagen en la historia de la civilización occidental después del Renacimiento y el descubrimiento de la perspectiva.
Este cambio repercutió principalmente sobre la forma de tratar la luz en la pintura. Si el paisaje es tomado en esta época es porque su tema principal ha sido siempre la luz. El paisaje toma una forma de pureza con respecto a su esencia misma, en la medida que éste se desprende de la hegemonía de la Historia, del mito, de la religión.
El paisaje se vuelve un tema en sí mismo. De hecho, el cuerpo humano es excluido del paisaje para disociarlos completamente.
¿Qué es posible entonces representar? La luz en su estado cambiante en el transcurso del día. Es lo que genera por ejemplo la serie de las Catedrales de Rouen de Claude Monet. En una treintena de cuadros la vista de la catedral es siempre la misma pero el color difiere ya que la catedral no es representada en el mismo momento del día.
El paisaje es considerado entonces como un fenómeno que es el encuentro del mundo con un punto de vista en un momento específico. Observar no es solamente un acto contemplativo estético sino que se convierte en un acto de pensamiento.
Si pensamos el paisaje, llegamos a la conclusión que la orientación en el espacio nace del encuentro de dos características: la verticalidad de la silueta humana y la línea horizontal del horizonte.
El paisaje vivido está limitado por un borde (edge) que es móvil y reversible y que depende de nuestra visión. Ahora el paisaje pintado es el momento “congelado” de este instante vivido. Sin embargo, el encuentro de estas dos características da origen al paisaje concebido por los abstraccionistas.
Consideramos aquí a Barnett Newman, Kandinsky y Mondrian. Estos productos de la modernidad pictórica piensan entonces en aquello que es irreductible en la noción de paisaje y que deducen que la luz está siempre presente.
En el siglo XX no existe una desaparición del paisaje en la abstracción, como podríamos pensar, sino una mutación profunda de éste. El paisaje ya no es figurativo sino que es transfigurado y reconfigurado según una organización que no tiene nada de realista, pero que puede convertirse en estética.
El paisaje es reducido a su esencia: el encuentro de la línea horizontal y vertical, así como por supuesto el color que deriva de la luz cambiante. El paisaje entonces se convierte en una realidad inestable, subjetiva y personal.
Ronan Meulnotte es un joven historiador del arte, su interés por la transparencia como fenómeno lo ha llevado a desarrollar una investigación innovadora en el ámbito de la arquitectura, el diseño y el arte. En el presente artículo nos presenta una retrospectiva sobre la luz en el paisaje en las representaciones artísticas, la cual será modificada a partir de los movimientos de vanguardia de finales de siglo XIX y principios de siglo XX.