Entre el gris y el azul: Ciudades que miran al mar

“Las ciudades a orillas del mar cuentan las historias de ese mar… los ríos narran viejos sucesos y los lagos los atesoran. Por las cascadas transitan y caen miles de anécdotas relacionadas con la epopeya del hombre. El agua es escuela, es memoria, es historia y es hogar”.

Desde siempre, el hombre y el mar han tenido una relación esencial e inevitable. El agua, que en algunos casos rodea o atraviesa las ciudades en forma de ríos, ha creado un vínculo inseparable, íntimo y entrañable con los seres que habitan la madre tierra.

A lo largo de la historia, las ciudades han emergido principalmente junto al mar, debido a los asentamientos humanos, pero también al lado de deltas, lagos y cursos fluviales, entre otros. Las ciudades más influyentes que constituyen el mundo actual fueron fundadas en relación a algún frente de agua navegable.

El agua, recurso de primera necesidad para todos los seres vivos y para la actividad social y económica, ha sido una de las principales razones por las que urbes se erigieron en dichos lugares.

Amsterdam

Este precioso líquido (que ocupa tres cuartas partes del planeta) ha propiciado la movilidad y el desplazamiento del hombre de unos confines a otros. Ha permitido la interacción de las culturas, la práctica comercial, así como el traslado de mercancías, productos y materiales desde y hacia los lugares más remotos; ha favorecido el intercambio de información y cultura en cada momento histórico. En resumen, ha acercado al hombre a su desarrollo y ha permitido su subsistencia.

Centrándonos en el mar, la relación que la humanidad ha establecido con el mismo se ha tejido a lo largo de los siglos gracias a la evolución e intensificación de la ocupación urbana de los litorales marítimos, así como por las prácticas sociales y económicas que, desde tiempos inmemoriales, ha generado una construcción simbólica y significativa en relación a este medio natural. En definitiva, una parte importante de nuestra cultura y de nuestra historia humana y urbana es inseparable del mar y de los litorales marítimos.

Los paisajes del agua son elementos especialmente vivenciales, que arraigan sentimientos de pertenencia e identidad cuyo resultado debe ser un sano entramado social y cultural en continua evolución.

Venecia

Ciudades como Venecia en Italia o Ámsterdam en Holanda, son claras muestras de que la historia se puede convertir en arquitectura. Poseen hermosos paisajes donde, en forma de reflejo, se duplican las fachadas y se flota sobre ellas; donde cada edificio cuenta una historia y guarda un secreto.

En estas ciudades, las relaciones entre la sociedad y el agua han creado un conjunto de paisajes de elevado valor ecológico, económico, cultural y simbólico. Estar en ellas es como retroceder dos o tres siglos en el tiempo. El tráfico peatonal está separado del tránsito acuático, a excepción de las zonas en que las estrechas callejuelas bordean los canales o los cruzan a través de típicos puentes de piedra en forma de arco.

Venecia

Sus calles, “pavimentadas” con agua, son circuladas por embarcaciones, haciéndonos flotar literalmente en un recorrido lento y silencioso.

El ritmo de vida de sus habitantes está adaptado al ritmo del mar y amoldado a sus bondades y caprichos, logrando un frágil equilibrio.

Puertos, playas y muelles se han sumado desde tiempos remotos a las ciudades, funcionando como conectores entre la tierra y el mar; convirtiéndose en puntos de transición que rompen esa frontera invisible entre lo sólido y lo líquido, entre lo fijo y lo flotante, entre lo móvil y lo estático, entre lo efímero y lo permanente.

Londres

Otras ciudades europeas como París, Londres o Florencia, han adaptado su trazo urbano a los grandes ríos que las atraviesan y que protagonizan sus paisajes.

Alrededor de ellos, surgen elementos asociados a ellos como por ejemplo las fachadas fluviales, los elementos patrimoniales vinculados al agua (puentes, muelles, paseos, marinas, etc.), los cuales añaden valores ecológicos, productivos, históricos, sociales y simbólicos a las metrópolis.

París

Ciudades antiguas como Bangkok en Tailandia aún conservan el uso social y comercial del mar como hace cientos de años: de día y de noche, sus aguas se convierten en mercados acuáticos, plazas flotantes y vías de comunicación y transporte donde la gente vive e interactúa todos los días.

Hoy en día es difícil hablar del paisaje sin asociarlo al agua y al patrimonio que ha surgido en su entorno. Un patrimonio histórico que está intrínsecamente unido a unos cursos fluviales, los cuales están desarrollando nuevos roles y están tomando nuevos significados.

Bangkok

Algunas urbes más modernas como Toronto, Sídney o Dubái, donde se han ejecutado transformaciones urbanas marítimas, han logrado que el uso colectivo intermitente de los espacios marinos y espacios urbanos provoque una variedad de escenas diferentes en las que el agua (que históricamente ha sido uno de los principales elementos vertebradores y articuladores del paisaje en todo el mundo) sea el principal protagonista.

Ante la evidente degradación ambiental, social, económica, arquitectónica y urbana derivada de la invasión urbanística de los espacios colindantes al mar durante los últimos siglos, es imprescindible plantear un rediseño de los edificios y espacios públicos para minimizar los efectos del cambio climático y el aumento de los niveles oceánicos, que incluya, tanto la planificación espacial urbana como la inclusión y conservación de los ambientes marinos ligados a las ciudades.

Dubai

Existen ejemplos innovadores de este planteamiento en Singapur, Rotterdam, Toronto y Oslo que debemos seguir. Así pues, resulta interesante plantearse, en esta época en la que la amenaza del sobrecalentamiento global y los efectos devastadores que los científicos vaticinan, si la respuesta a esta crisis espacial, social y ecológica no se encuentra en volver a centrar nuestra mirada en el mar.

Proyectos de ciudades flotantes ya son una realidad en lugares como Dubái y Japón. La idea es plantear e implementar un “urbanismo azul” o un “oceanscape”, como propone Timothy Beatley (profesor de comunidades sostenibles en la Universidad de Virginia) en su libro más reciente “Blue Urbanism: Explorando Conexiones entre Ciudades y Océanos”. Sin olvidar que la preocupación por el aspecto ecológico enfocado en la tierra propone que el agua encuentre un lugar destacado y protagónico dentro de las ciudades.

Esto puede ser una respuesta real y viable para el futuro de la humanidad, permitiéndole al hombre construir una relación más “complementaria y mutuamente sostenible entre la ciudad y el océano”.

Singapur