El paisaje urbano de las ciudades mayas: una visión desde el patrimonio arqueológico
El término “paisaje urbano” en el sentido actual de la palabra se refiere al resultado de la combinación entre las construcciones y el entorno de las mismas, su gestación ymaterialización y si ese resultado ha sido consecuencia de un devenir histórico más o menos intencionado o planificado. En la actualidad, ciudades como Mérida (Yucatán, México) tienen un departamento de Desarrollo Urbano que vela por una planificación sustentable, respetuosa con el entorno y tendente a potenciar lo mejor que puede ofrecer la ciudad.
En el pasado maya prehispánico desconocemos si existió un órgano rector similar que velase por la adecuación de los espacios, su distribución, la combinación entre áreas construidas y espacios vacíos para que la ciudad respirase y diese respuesta a las necesidades de sus pobladores. Tampoco sabemos, aunque, sin duda existirían, extensas brigadas de personal de mantenimiento equiparables a jardineros, carpinteros, alarifes, restauradores que velasen por el mantenimiento de los rasgos distintivos de las ciudades, y de los valores que en cada caso representasen.
En el pasado maya prehispánico desconocemos si existió un órgano rector similar que velase por la adecuación de los espacios, su distribución, la combinación entre áreas construidas y espacios vacíos para que la ciudad respirase y diese respuesta a las necesidades de sus pobladores. Tampoco sabemos, aunque, sin duda existirían, extensas brigadas de personal de mantenimiento equiparables a jardineros, carpinteros, alarifes, restauradores que velasen por el mantenimiento de los rasgos distintivos de las ciudades, y de los valores que en cada caso representasen.
Cuando se visualizan planos arqueológicos, las reconstrucciones ideales y los restos materiales de las ciudades mayas, sin duda se plantean muchas preguntas sobre la forma de construir y esa planificación que daría respuesta a esa idea moderna de paisaje urbano, en el sentido ciudad, tanto en lo material, como en lo ideológico, conceptual, económico, religioso, entre otros.
Durante mucho tiempo, algunos arqueólogos prestigiosos no calificaban a los centros mayas como ciudades o urbes en sentido estricto. La justificación para ello era la no adecuación a la idea eurocéntrica de ciudad como centro económico, espacio organizado en torno a ejes y centros, calificando a los modelos mayas como tan solo cortes dinásticas, centros religiosos o poco más. A esas justificaciones se aunaban rasgos como la ausencia de densidad de población, la falta de una tecnología productiva potente y la inexistencia de medios y vías de transporte homologables. Esos centros mayas eran en el fondo, meras cortes del clásico que competían de forma intensa por hacerse con las zonas más apetitosas de fuentes naturales, rutas de comunicación, etc.
Las ciudades mayas sin duda darían respuesta a las necesidades de una población integrada en un contexto medio-ambiental concreto, con unas fuentes materiales, un bagaje cultural y un desarrollo social específico sin duda diferente al de otras culturas de la antigüedad. Aglutinarían un sinfín de funciones de carácter económico fruto de los flujos de las rutas comerciales que se orientaban a saciar de materiales de prestigio a unas élites aristocráticas ávidas de esos bienes de estatus para aparentar ante sus súbditos e iguales.
También esas ciudades, adentradas en la selva actualmente, eran centros de carácter religioso, pero no lo eran tan sólo en unas pocas fechas del calendario. Así mismo eran centro de esas dinastías de poder, entronizadas en muchas ocasiones como consecuencia de conflictos bélicos, que justificaban su ascensión al poder con base a unas condiciones sobrenaturales autoatribuidas que les permitían contactar con los dioses para facilitar la vida cotidiana de sus conciudadanos y una vida plácida para ellos y sus familiares.
Esos ajaw (título político que recibía la clase gobernante de los centros mayas) con su corte de asesores buscaban en los ancestros el origen y la justificación de su poder, y el culto a los antepasados era un lazo fundamental dado que las ciudades y los centros servían además para honrar a los difuntos y hacerlos partícipes de la vida de esos lujosos centros urbanos de poder.
Por lo tanto, las disquisiciones sobre si los centros mayas son o no ciudades me parece claramente superado y creo que esas urbes daban respuesta a las necesidades cotidianas de distribución y escenificación del poder, de gestión de los excedentes económicos y de seguimiento de la religión y la cotidianidad. Los arquitectos y urbanistas mayas se dedicaron con un éxito aplastante a dar respuestas a esas necesidades fruto de la concepción de la ciudad como un organismo vivo cambiante, promoviendo programas arquitectónicos sucesivos alternando los volúmenes constructivos de relevancia desigual con los espacios de plaza, dando respuesta al simbolismo de las pirámides como montañas, la presencia de cuevas como el acceso al inframundo, multiplicando las propuestas iconográficas que dotaban de color y mensajes ideológicos y religiosos a las fachadas e interiores de los edificios gracias a un artesanado excelente. Indudablemente, los rasgos descritos responden a lo que se identifica habitualmente como ciudad, vida urbana o urbanismo en tanto que voluntad de vivir juntos dentro de un cierto orden, el maya, sin duda.
Quiero dedicar este breve artículo a dos buenos amigos y excelentes investigadores que nos han dejado recientemente: Jordi Gussinyer Alfonso, arqueólogo y arquitecto catalano-mexicano que me iluminó durante mi fase universitaria y Alfonso Lacadena García-Gallo, epigrafista y lingüista de reconocido valor internacional. Mi agradecimiento por ratos de plática, comentarios, aprecio y risas.
Juan García Targa. Arqueólogo, Barcelona