El Paisaje Como Recurso Didáctica
El paisaje es el lugar y su imagen, es la forma que toman los hechos geográficos más sus percepciones, interpretaciones y representaciones culturales.
Es un conjunto de formas, volúmenes, texturas, colores, materiales y sensaciones que están presentes en nuestra vida cotidiana y que conforman nuestro entorno. Por esa razón, debemos considerarlo un objeto indispensable de conocimiento. Estamos condicionados por las características de los paisajes, ya que el estilo de vida, la cultura, el clima y todos los factores espaciales dependen del lugar en donde se encuentra ese paisaje. Además, es lugar y cuna de otras especies animales y vegetales que, gracias a un equilibrio delicado de ecosistemas, permiten la proliferación y mantenimiento de otras formas de vida, entre ellas, la nuestra. Ante todo, un paisaje es un lugar. Un espacio conformado por las características físicas y culturales de ese lugar, que puede ser urbano, natural o una mezcla de ambos. Sin embargo, el paisaje no puede entenderse sino a través de la percepción de quien lo contempla o lo habita. Por eso, para cada quien involucra una experiencia, una vivencia, una idea y una representación, que dan contenido y sentido a dicho paisaje.
Todos los paisajes son rostros. Rostros de formas territoriales. Expresiones de estructuras espaciales, geográficas, naturales, históricas, ecológicas, económicas, sociales y culturales. Es en esa riqueza y variedad de contenido donde reside su potencial para aprender de ellos. Los paisajes no sólo muestran la configuración de un lugar, sino la influencia de una cultura en un espacio determinado. Son también imágenes de sí mismos que pueden incluso convertirse en expresiones inmateriales de la relación de los hombres con ellos. Como consecuencia, los paisajes revelan la identidad de quienes los transitan y en su orden, los hombres encuentran un reflejo de sí mismos que les permite reconocerse en ellos y encontrarse con su entorno y su cultura.
Su lectura e interpretación no dependen únicamente de su aspecto formal (geográfico) o cultural (percepción del espectador), sino también del nivel de formación, sensibilidad, implicación, gusto, cultura e interés de quienes lo observan o lo viven. Entendemos los paisajes como realidades inmediatas que enmarcan nuestras vidas y mantienen con nosotros un efecto de correspondencia, física y espiritual.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que el valor intrínseco del paisaje es infinito, ya que puede mostrarnos factores históricos, sociales y culturales y enseñarnos el valor y la interrelación entre ellos. La información directa que recibimos a diario de nuestro entorno es básicamente paisajística, por lo que acercarnos al conocimiento del paisaje desde la conciencia de que somos parte importante de él y de que nuestros comportamientos cotidianos alteran su estructura y dinámica, es una tarea necesaria y formativa.
El promover su observación e interpretación nos permite aprovecharlo como recurso didáctico para la generación de conocimiento y para lograr una sensibilización ambiental, así como para aprender a valorarlo y a asumir acciones más respetuosas que contribuyan con su conservación. El paisaje ofrece a los hombres una fuente de estímulos y recursos en diversas dimensiones como la estética (sentimientos y sensaciones), la informativa (información básica para nuestra sobrevivencia) y la transformadora (pues lo modificamos con nuestras acciones).
También sirve como componente motivacional, pues sus elementos (cascadas, ríos, montañas, playas, etc.) animan al individuo a la exploración y al disfrute. Además, permiten integrar aspectos de la historia, la estética y la economía, con aspectos de las ciencias naturales y sociales, convirtiéndose en lugar de encuentro de distintas disciplinas que resultan en un valiosísimo bagaje de información para el ser humano. El paisaje ofrece un importante campo de actuación para clarificar escalas de valores que el individuo mantiene hacia la conservación del entorno.
La identificación de los impactos paisajísticos permite definir problemas ambientales reales, tomar postura hacia ellos y concretar acciones y medidas de intervención para recuperarlos de los daños y alteraciones originados por las actuaciones humanas. Por tanto, a partir de las enseñanzas que gratuitamente nos otorgan los paisajes, es posible generar el cambio de actitud necesario para ser individuos más responsables con el lugar y el medio ambiente. La importancia del carácter pedagógico del paisaje y de lograr entenderlo como un escenario donde ocurren cosas y donde se desarrolla nuestra vida es entonces fundamental para valorar su papel como fuente de recursos y medio de vida.
“Aprovechar el paisaje como recurso didáctico, nos permitirá describir e interpretar la información contenida en un determinado lugar.”
Así, la observación de sus elementos históricos permite analizar los cambios que se han dado en el tiempo, la distinción de sus componentes (relieve, cubierta vegetal, uso del suelo, construcciones humanas, tiempo atmosférico), y la capacidad de introducir medidas de restauración ante el impacto humano. El paisaje forma parte de los bienes que integran nuestro patrimonio cultural y, al igual que los otros bienes de nuestra cultura, su tratamiento como recurso pedagógico ofrece claras ventajas para la toma de conciencia de la importancia de la conservación, mejora y mantenimiento de nuestro entorno.
Del mismo modo, el propio paisaje a través de sus características (naturales o urbanas), nos enseña procedimientos necesarios para su correcta planeación y distribución, además de inculcarnos actitudes de respeto y protección hacia nuestro patrimonio. Así pues, son muchas las posibilidades que tiene el paisaje si lo tratamos como el maestro que es, ya que si somos capaces de entenderlo y valorarlo, su conocimiento nos permitirá un acercamiento a la historia del lugar, a su cultura y al entendimiento de nosotros mismos.
Gracias por la temática . Interesante.