Cultura, reflejo del paisaje

Cuando escuchamos hablar del término paisaje cultural puede que nos sintamos un tanto confundidos. Por una parte, muchas personas asocian el paisaje con territorio o con la naturaleza.

Aunque algo hay de cierto en dicha aseveración, como hemos abordado en ediciones anteriores, el paisaje podría más bien definirse como el territorio percibido por el ser humano.

Por otra parte, la cultura según la UNESCO 1, puede considerarse como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social 2.

La cultura entonces podría definirse como una especie de “ADN” de nuestras sociedades.

Su importancia radica en que en ella se encuentran pistas importantes de cómo hemos cambiado ante el entorno, cómo nos hemos mezclado con otros grupos sociales, hasta el por qué nos comportamos de cierta forma actualmente.

Parque de la Villette, uno de los más grandes en París, fue diseñado por Bernard Tschumi en 1982.
Fotografía: ©William Beaucardet

A partir de lo anterior, sería pertinente preguntarse: ¿Qué es realmente un paisaje cultural? Y si existen, ¿Cuáles son sus características y tipos principales?

El concepto de paisaje cultural tuvo un auge dentro del ámbito de la conservación patrimonial en las últimas décadas del siglo XX.

En esta época los especialistas del patrimonio, así como los diferentes organismos nacionales e internacionales, comenzaron a darse cuenta de la importancia de preservar no tan sólo los monumentos arquitectónicos, sino los conjuntos históricos, jardines,  rutas de peregrinación e incluso paisajes naturales que han jugado un papel importante en la identidad de una cultura.

Parque de la Villete, en París. Es parte de una rehabilitación de la zona industrial al este de la ciudad.
Fotografía: Par Jean-Christophe BENOIST — Travail personnel, Image non libre, https://fr.wikipedia.org/w/index.php?curid=6913454

Dentro de esta perspectiva, los paisajes culturales según la UNESCO, son la representación del trabajo combinado del hombre con la naturaleza. Así mismo, ilustran la evolución de las sociedades humanas y sus asentamientos en el tiempo, bajo la influencia de condicionantes y oportunidades del medio físico 3.

De igual forma, la misma institución distingue tres tipos de paisajes culturales: los paisajes creados por el hombre, los paisajes evolutivos y los paisajes asociativos.

La primera categoría es la más simple de comprender y se refiere a los paisajes que han sido creados intencionalmente por el ser humano, como parques, patios, jardines y plazas.

En ellos podríamos clasificar por ejemplo Central Park, los jardines de la Alhambra y el parque de la Villette (Parc de la Villette) en Paris.

Parque de la Villete, en París. Es parte de una rehabilitación de la zona industrial al este de la ciudad.
Fotografía:
Par Jean-Christophe BENOIST — Travail personnel, Image non libre, https://fr.wikipedia.org/w/index.php?curid=6913454

La segunda categoría se refiere a los paisajes que se han creado de forma indirecta como producto de las actividades humanas.

Cabe señalar que la UNESCO establece una subdivisión en dicha categoría: los paisajes relictos y los paisajes continuos.

La primera subdivisión se refiere a los paisajes que son evidencia de civilizaciones antiguas, pero que han dejado de transformarse y de utilizarse; como son las zonas arqueológicas, las antiguas salinas, los acueductos coloniales y los antiguos caminos romanos.

La segunda subcategoría ser refiere a paisajes humanos que continúan en constante transformación, como son las ciudades contemporáneas, las zonas industriales, las carreteras, los campos de cultivo, etc.

Acueducto del Padre Tembleque, situado entre Estado de México e Hidalgo, construido en el siglo XVI. En el año 2015 fue incluido en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO.
Fotografía: De Jay Galvin from Pleasanton, CA, USA , “Acueducto del Padre Tembleque”, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=37593917

La última categoría es el paisaje asociativo. Dicha categoría se refiere a un territorio que posee un fuerte significado para una cultura específica.

Algunos ejemplos son desfiladeros, montañas, ríos, cuevas, árboles antiguos y cualquier elemento predominante que sea motivo de admiración y culto.

Este tipo de paisaje puede ser el más difícil de comprender como “cultural” ya que no presenta modificaciones sustanciales en su estructura natural, y sin embargo juega un papel relevante en la identidad cultural de una sociedad.

Fotografía: Adriana González

Algunos ejemplos interesantes de paisajes asociativos son las rutas de peregrinación, como la ruta de Santiago de Compostela en España o la Wirikuta, ruta que realizan el pueblo indígena huichol desde el centro hasta la costa noroeste de México. Ambas rutas son de carácter religioso y en las cuales se vinculan elementos de la naturaleza a su cosmovisión particular.

Los paisajes naturales prístinos actualmente son muy escasos, principalmente debido al fuerte impacto del hombre en la tierra.

Por lo tanto, los paisajes culturales son los más abundantes en el mundo, sin embargo no todas las transformaciones territoriales hechas por ser humano han sido benéficas.

Fotografía: Gerardo-R.-Smith

Por el contrario, en muchas ocasiones dichas transformaciones han tenido consecuencias desastrosas para la ecología y para la misma salud humana.

De igual forma, muchos paisajes culturales de carácter histórico se encuentran actualmente en riesgo, ya que la constante transformación del territorio de nuestras sociedades contemporáneas muchas veces no toma en cuenta que el paisaje también es sujeto a conservarse.

Wirikuta, ruta de peregrinación realizada por los huicholes (wurrarica) desde San Luis Potosi hasta Nayarit. Ha sido amenazada las últimas décadas por la privatización de territorios; diferentes activistas han salido en su defensa.
Fotografía: Heriberto Rodriguez

Los territorios, las ciudades y las entidades naturales pueden contarnos una historia importante sobre nuestro pasado, la cual forma parte de lo que somos y, sin duda, de lo que seremos.

No pretendemos que podamos, ni que debamos, conservar absolutamente todo lo que el hombre una vez ha producido (lo que constituiría no sólo una tarea titánica sino absurda).

Sin embargo, el conservar un asentamiento humano, un jardín, una muralla o un territorio que sean relevantes para conocer la historia y el pensamiento de una sociedad, es sin duda una tarea loable a la que todos deberíamos sumarnos de manera comprometida.

Espacio escultórico de la ciudad universitaria de la UNAM, creado en 1979 por Mathias Goeritz. Recientemente ha suscitado una fuerte polémica por la construcción del “Edificio H” en sus cercanías.
Fotografía:
Marco Mijares

LITERATURA CONSULTADA

1  Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cienca y la Cultura.

2  UNESCO, Cultura: líneas generales, consultado el 1 de julio de 2016. http://www.unesco.org/new/es/mexico/work-areas/culture/

3  UNESCO, Cultural Landscapes, consultado el 1 de julio de 2016. http://whc.unesco.org/en/culturallandscape#1