Un acercamiento a la Personalidad de las plantas
Cabe aclarar que este artículo no tiene la intención de profundizar en la psicología, sin embargo, creo de suma importancia hacer referencia a algunas de las teorías de la personalidad para establecer un punto de partida y así, argumentar porqué el mundo de las plantas se dota de personalidad.
Es interesante cómo Freud (Freud 1923) por ejemplo, describe dentro de su Teoría de la personalidad, dos formas de reaccionar ante las situaciones; por un lado, se encontraba el EROS, vida e instinto de supervivencia y, por otro lado THANATOS, muerte y autodestrucción.
Henrry Murray (Murray 1938) decía que la personalidad era una cualidad cerebral, por lo que cualquier individuo con cerebro, podría ser capaz de adquirir personalidad sin recurrir necesariamente a la razón.
Con esta afirmación, es claro entender cómo el hecho de buscar la salud e integridad de los seres humanos, no radica necesariamente en una manera positiva en la que nos relacionamos con nuestro medio ambiente; el mundo de las plantas y su evolución nos muestran en una línea de tiempo, cómo las distintas especies han logrado adaptarse a las condiciones adversas, luchando por su supervivencia. Tal es el caso del establecimiento de las familias y plantas colonizadoras.
La evolución a la que se han tenido que someter las especies vegetales, para establecer un equilibrio en su entorno y, por otro lado, buscar la mejor manera de propagar su especie, son un mecanismo de supervivencia fácil de contrastar a la manera en la que el humano se asienta y tiende a sobrevivir en su entorno.
Retomando a Henrry Murray (Murray 1938) “La dinámica de la personalidad incluye la adaptación o el ajuste del individuo a las demandas de la vida”. Lo que pone en manifiesto, una forma muy asertiva para aprender de las dinámicas de crecimiento y expansión del mundo de las plantas.
Pero ¿Qué es lo que determina que un ser humano esté completamente desvinculado de la naturaleza? Respondiendo a la pregunta, si nos planteamos el hecho de poder comprender o conocer el alcance que tenemos como seres humanos, para establecer vínculos más cercanos con nuestro entorno, podríamos aprender a crear ciclos cerrados, donde nuestro crecimiento y desarrollo tuviera un impacto positivo en el lugar que habitamos.
Pasamos décadas intentando dar solución a enfermedades que nosotros mismos generamos; nos planteamos tener estilos de vida que paradójicamente son nocivos en todos los sentidos para nuestra salud física, mental y emocional. Entonces ¿De verdad creemos que somos el centro del universo? O podríamos voltear la mirada y observar que hay un mundo del cual aún hay mucho que aprender, un mundo donde la observación y comprensión nos ayudará a establecer una mejor comunicación con él.
Tras algunos días, me cuestioné respecto a cómo iba a ser la mejor manera de poder expresar mi necesidad de demostrar la importancia de ubicarnos en un entorno, en el que no somos los protagonistas, un ambiente en el que a pesar de transformar lo que nos rodea, es nuestro propio instinto de supervivencia el que nos lleva a la autodestrucción. ¿Por qué? Porque quizá esa es la personalidad del ser humano.
Nos hemos sumergido en un mundo de placeres innecesarios que, a nuestro andar nos encaminan, nos desconectan de las formas de vida que nos rodean, y sobre todo, nos obligan a entrar en una dinámica de vida donde terminamos siendo prisioneros de nuestras acciones.
Percibir nuestro entorno desde una perspectiva más amigable, donde nos demos a la tarea de observar el mundo que nos rodea para familiarizarnos con él, es un trabajo de todos los días que quizá en un futuro podamos valorar y agradecer.