El color en el paisaje
El color en el paisaje es uno de los elementos más gratificantes, conoce más sobre la importancia de éste con la arquitecta Ivonne Walls.
El color es uno de los elementos más gratificantes del paisaje, pero también el que representa quizás un mayor desafío cuando se trata de trabajar en su intervención. Dado que la visión es el primer sentido que utilizamos para obtener una percepción del espacio, el uso adecuado del color resulta primordial, ya que incide en el estado de ánimo del observador, así como en la comprensión del lugar en que se encuentra. El color está presente en todos y cada uno de los elementos de un paisaje, contribuyendo, por una parte, a darle un carácter particular, y por otra, a establecer la síntesis cromática de una imagen paisajística (lo que se conoce como “color ambiental”).
Además de contribuir en la composición de la imagen paisajística, el color también la determina como parte de su carácter e identidad. Se sabe que los colores afectan nuestras emociones y generan efectos psicológicos en nuestra mente. Generalmente relacionamos los colores cálidos con emociones fuertes (por ejemplo, el rojo como señal de peligro o el naranja con la alegría), mientras que los colores fríos como el azul y el verde provocan sentimientos de paz y relajación. Al mirarlos, los colores cálidos (rojo, naranja, amarillo) tienden a llamar más nuestra atención en el paisaje, mientras que los colores fríos (azul, verde y morado), al ser más neutros e indefinidos, pueden crear un paisaje homogéneo que de sentido dé unidad y profundidad al espacio.
Teoría del color
El color tiene un atractivo visual básico e instintivo. Como dijo una vez el experto en teoría del color Faber Birren, “el color es la única experiencia en la vida que no requiere una lucha consciente del intelecto para ser apreciada”. La teoría del color es extremadamente compleja, pero lo esencial es que el color es una propiedad de la luz, como fue probado por Isaac Newton en el siglo XVII, y que, en términos muy generales, existen 3 colores básicos (rojo, azul y amarillo), de cuya mezcla se derivan los colores secundarios (verde, morado y naranja) y los terciarios. Esta rueda de color puede dividirse a su vez en colores cálidos y fríos, y la teoría del color establece que los colores son armónicos combinados de ciertas maneras.
Esquemas de color Basados en lo anterior, se mencionan los siguientes esquemas que pueden servirnos para elegir la combinación de colores adecuada: Colores monocromáticos: se aplica un solo color, pero utilizando distintas intensidades o tonos. Un ejemplo sería unir el rojo con varios rosas y con un rojo intenso o granate. Colores complementarios: son los colores opuestos en la rueda y crean un conjunto armónico al ubicarse juntos. Son combinaciones poderosas y muy vibrantes en el jardín. Algunos ejemplos serían combinar el rojo con el verde, el naranja con el azul, y el amarillo con el violeta. Colores análogos: son aquellos tres colores que están juntos en la rueda de color, y por lo tanto armonizan. Por ejemplo, el rojo-violeta está al lado del violeta, o el azul está al lado del azul-verde.
Con la gran cantidad de plantas anuales y perennes disponibles, estas combinaciones son fáciles de lograr. Colores terciarios: consiste en la elección de tres colores que se encuentran equidistantes en el círculo cromático, creando concordancia al utilizarse juntos. Por ejemplo, el amarillo con el rojo y el azul, el naranja con el verde y el morado, etc
Principios de diseño con color
Los principios básicos de diseño de color que nos pueden ayudar a planificar y diseñar un paisaje son: Unidad. Da coherencia a un diseño. Implica un acuerdo entre los elementos elegidos. La unidad se puede lograr eligiendo plantas con características similares como base para el diseño (por ejemplo, plantas con el mismo tamaño, color y tipo de hoja, plantas de apariencia similar, etc.). Puntos focales. Son lo opuesto a la unidad, son puntos de énfasis que contrastan y son diferentes al resto de las demás plantas. Sirven para enfocar la atención hacia cierto lugar, y pueden ser arquitectónicos, como una escultura o fuente, o naturales, como planta con un color o forma inusual. Equilibrio. Es una distribución equitativa del peso visual. En el diseño formal, colocamos de un lado un elemento característico igual al que está exactamente en el otro lado para lograr el equilibrio. El diseño de un jardín también se puede equilibrar asimétricamente al compensar el peso visual utilizando diferentes plantas o colores de un solo lado, lo que permite descansar la vista.
Principios de diseño con color Los principios básicos de diseño de color que nos pueden ayudar a planificar y diseñar un paisaje son: Unidad. Da coherencia a un diseño. Implica un acuerdo entre los elementos elegidos. La unidad se puede lograr eligiendo plantas con características similares como base para el diseño (por ejemplo, plantas con el mismo tamaño, color y tipo de hoja, plantas de apariencia similar, etc.). Puntos focales. Son lo opuesto a la unidad, son puntos de énfasis que contrastan y son diferentes al resto de las demás plantas. Sirven para enfocar la atención hacia cierto lugar, y pueden ser arquitectónicos, como una escultura o fuente, o naturales, como planta con un color o forma inusual. Equilibrio. Es una distribución equitativa del peso visual. En el diseño formal, colocamos de un lado un elemento característico igual al que está exactamente en el otro lado para lograr el equilibrio. El diseño de un jardín también se puede equilibrar asimétricamente al compensar el peso visual utilizando diferentes plantas o colores de un solo lado, lo que permite descansar la vista.
Ritmo. Es un movimiento formado a través de elementos recurrentes, que se puede lograr en el paisajismo mediante la repetición de plantas de un determinado color a intervalos regulares. La diseñadora de jardines y precursora del paisajismo, la inglesa Gertrude Jekyll, desarrolló, desde el siglo XIX, teorías de color que se utilizan todavía hoy en día, y que aplicó en sus diseños de jardines y explanadas utilizando plantas perennes. En ellas combinó los colores pensando también en el ciclo de vida de las propias plantas para mantener el concepto intacto. El color se puede utilizar en el paisajismo para lograr los siguientes efectos:
• Crear un estado de ánimo determinado.
• Acentuar las áreas importantes que se desean destacar (como una puerta de entrada, un camino, etc.).
• Unificar el diseño general
• Complementar los colores de otras plantas.
• Atraer fauna, como aves, mariposas, etc.
• Equilibrar los diseños de un jardín o explanada. • Adaptar un espacio exterior al paisaje general.
Armonía del color Las combinaciones de colores pueden tener un efecto armonioso, o bien ser un conjunto de tonos contrastantes que genera cambios en nuestro estado de ánimo al recorrer o percibir un paisaje. La armonía se puede definir como un arreglo agradable de elementos, ya sea cuando se trata de música, poesía, color, ropa o incluso comida. En las experiencias visuales, la armonía es algo que agrada a la vista. Atrae al espectador y crea un sentido interno de orden, un equilibrio en la experiencia visual. Cuando algo no es armonioso, es aburrido o caótico y es generalmente rechazado por la mente del observador. Una experiencia visual puede ser tan insípida que el espectador no se involucre con ella, (ya que el cerebro rechazará la información poco estimulante), o tan sobrecargada y caótica que se le hará difícil mirarla. El cerebro humano rechaza lo que no puede organizar, lo que no puede comprender. La tarea visual requiere la presentación de una estructura lógica que puede lograrse a través de la armonía de colores, que otorgan un interés visual y dan una sensación de orden al paisaje. Este equilibrio dinámico que se busca en el diseño de color muchas veces está determinado por el contexto. Las influencias ambientales, los esquemas de color que predominan, ya sea en un entorno natural o en el vecindario de una ciudad, así como otras características del sitio, juegan un papel muy importante en la elección del color o colores que se utilizarán al intervenir un paisaje. Los colores de los paisajes áridos varían considerablemente de los paisajes verdes y fríos o de los colores claramente regionales de la arquitectura de las distintas ciudades. Ser consciente de todos los colores de los materiales del paisaje duro: como el pavimento, los muebles del sitio, las cercas, los garajes y otros elementos. El color también es una elección individual que refleja la personalidad y los deseos del paisajista. La naturaleza constituye un perfecto punto de partida para crear y definir la armonía del color en el paisaje.
Mientras que las plantas perennes mantienen sus tonos característicos, los arbustos, flores, árboles y otros elementos de la vegetación, cambian de vestuario con cada estación, creando diferentes escenarios para ser observados. Su telón de fondo (el cielo y los elementos sobre los que se destacan, como montañas, peñascos, mares, bosques, playas, valles, etc.), se transforman también para dotar de identidad propia y unidad a cada vista. Tratándose de paisajes naturales, generalmente, los colores predominantes son: el verde en primavera, el verde claro y amarillo en verano, el rojo y naranja en el otoño, y el blanco en el invierno. Así pues, el paisaje constituye en sí mismo el lienzo donde la naturaleza funciona como la paleta de colores que utilizan los pintores y artistas para escoger aquellos tonos que logren resaltar, armonizar, contrastar, equilibrar y dar unidad y sentido a una vista determinada que generalmente está condicionada por las características climáticas y geográficas de ese espacio. Como se mencionó anteriormente, el sentido de la vista es el que mayor influencia tiene en la percepción, y podemos afirmar que, de manera general, el ser humano identifica y asocia predeterminadamente ciertos paisajes con ciertos colores (por ejemplo, el azul con el mar, el ocre con las regiones desérticas, el amarillo con las playas, el verde con las zonas boscosas, el blanco con los entornos nevados, etc.). Sin embargo, a nivel particular, cada uno de estos entornos cuenta con elementos individuales que destacan, contrastan o se adecúan a esos paisajes, como serían los cactus en el desierto, las palmeras en las playas, las plantas floridas en los bosques, etc.
En conclusión, la elección de los colores para diseñar un paisaje funciona exactamente de la misma manera en que escogemos la ropa que vamos a ponernos, los tonos que seleccionamos para pintar las paredes de nuestra casa, o los matices que elegimos para decorar una tienda o un restaurante: buscando generar un determinado efecto y ambiente y dándole identidad propia. Así pues, podemos afirmar que el correcto manejo del color tanto en el tratamiento de paisajes naturales como en el de paisajes urbanos, es imprescindible para lograr un espacio adecuado a su propia vocación y destino, donde el espectador que lo contempla y lo vive pueda sentirse atraído y al mismo tiempo gratificado por estar ahí. No hay que olvidar que en cada aspecto del diseño se encuentra reflejada la personalidad e intención del paisajista, quien tiene como mejor maestra a la propia naturaleza para lograr mantener la armonía visual y espacial, dando orden y equilibrio a los espacios. Anímate a poner en práctica estos consejos y a probar combinaciones que no habías imaginado. ¡El resultado te sorprenderá!