Paisaje y percepción: hacia una exploración sensible del territorio
En definitiva, paisaje es una experiencia, es la confrontación de una persona ante el espacio abierto y hacia una multitud de estímulos que la hacen no tan sólo ver, sino apreciar el paisaje con todos los sentidos.
Desde tiempos inmemorables el ser humano ha mantenido esta relación sensible hacía el territorio. Los ríos, las montañas, los bosques, las cavernas, el mar… todos esos elementos naturales constituían no tan sólo referencias espaciales que ayudaban a los grupos humanos a reconocer el espacio que atravesaban, sino que rápidamente se convirtieron en entidades provistas de fuertes significados.
En aquella época, la vida del hombre y de los animales se regía casi exclusivamente por los ritmos de las estaciones y los ciclos naturales.
Según el teórico italiano Francesco Careri 1, el hecho de andar se convirtió en una acción simbólica que permitió que el hombre habitara el mundo. A través de esta actividad, el ser humano comenzó a construir y a entender el paisaje que lo rodeaba, así como a construir las categorías con las cuales interpretaba su alrededor.
Careri explica cómo la división social entre el nomadismo y el sedentarismo trajo consecuencias en la forma de percibir y habitar el espacio 2: durante siglos las diferentes sociedades desarrollaron sus asentamientos con esta lógica dual de construir y de transitar el espacio, materializada en edificios y calles.
Posteriormente el autor explica cómo fueron creados los primeros monumentos o referencias espaciales por medio de los “menhires” 3, elementos erigidos por el ser humano con fines religiosos o astronómicos 4.
De igual forma, los territorios humanos fueron gradualmente transformados a partir de las carreteras y los viajes, generalmente llevados a cabo por comercio y migración (no por placer como muchos lo concebimos actualmente). Según Leed Erich, en Alemania la relación entre experiencia y desplazamiento se encuentra profundamente arraigada en la lingüística: la palabra irfaran, que significa “experiencia” en alemán antiguo, quiere también decir viajar, salir, atravesar o vagar.
Cabe mencionar, que en la Edad Media europea o las épocas precolombinas en América, el viaje era una dura y riesgosa actividad que ponía a prueba y perfeccionaba el carácter del viajero.
Según el historiador Marc Desportes 5, en la historia de la humanidad los diferentes medios de transporte entre las ciudades han constituido una mediación entre el hombre y el paisaje, afectando en definitiva su percepción e interpretación.
De esta forma, el autor nos habla de cómo el paisaje de los viajes en carroza fue remplazado en el siglo XIX por los trenes, y posteriormente en el siglo XX por el coche, el tren rápido y el avión.
Es posible que una de las primeras evidencias de la percepción de la velocidad en el desplazamiento durante finales del siglo XIX y principios del XX, se tradujera por ejemplo en el arte con el puntillismo o los fragmentarios trazos de los pintores impresionistas y con la representación del movimiento en el arte de los futuristas 6.
Definitivamente la velocidad constituye un mecanismo por el cual el paisaje se abstrae de una forma inevitable. ¿Quién no ha ido en un coche y ha pasado por alto una señal de tránsito o incluso olvidar dar vuelta en una calle? A mayor rapidez, ganamos sin duda tiempo, pero perdemos definitivamente la percepción fina del espacio que nos rodea, tan sólo percibimos fragmentos de realidad.
Por ejemplo, para teóricos como Guy Debord la unidad de la ciudad y del espacio sólo es el resultado de la conexión de recuerdos fragmentarios de estos recorridos. Es decir que para algunas personas, la ciudad puede ser simplemente reducida al recorrido en coche de nuestra casa, al trabajo y al centro comercial.
Sumado a todo lo anterior, el encierro que representa los diferentes medios de transporte en las ciudades (el autobús, el coche, el tranvía y el metro) nos han separado de la visión de conjunto de nuestro entorno, así como de la posibilidad de confrontarnos directamente con el paisaje.
Si a esto agregamos los nuevos dispositivos como las computadoras portátiles, las tabletas digitales y los teléfonos celulares (en los cuales están casi todos los pasajeros absortos) da como consecuencia una realidad social en la cual todos vivimos enajenados en visiones aisladas.
Algo que arquitectos, urbanistas y paisajistas deberíamos preguntarnos actualmente es ¿cómo pretendemos dar coherencia en nuestros territorios y ciudades, si lo único que vemos son pequeños fragmentos del territorio? ¿Cómo pretendemos restituir el tejido social de nuestras comunidades si cada vez tenemos menos contacto físico con otros seres humanos?
En realidad, me parece que una de las claves sería multiplicar nuestra forma de percibir y de estar en el paisaje.
Creo que nadie niega las ventajas de los sistemas actuales de transporte, pero el hecho de algunos días poder salir a caminar o andar en bicicleta nos brinda la oportunidad de cambiar nuestra perspectiva del lugar en el que vivimos.
De igual forma, todos nos vemos beneficiados de los sistemas de comunicación como los teléfonos portátiles, pero es innegable que los seres humanos tenemos también una fuerte necesidad de contacto humano.
Así que, a pesar de que pareciera que la velocidad y la tecnología nos impiden vivir la experiencia colectiva del paisaje, afortunadamente son cada vez más las voces y las acciones que se suman a las iniciativas de crear espacios en las ciudades para los peatones y las bicicletas, generando lugares de encuentro comunales. Día con día más ciudadanos se suman también a los esfuerzos por crear nuevos parques y zonas arboladas.
Estar en el paisaje es mucho más que simplemente contemplarlo por una ventana o desde nuestra computadora, es sumergirnos en una realidad que nos hace comprender muchas más cosas y tomar un papel activo en el mundo que nos rodea.
PORRAZ CASTILLO Ana Marianela, Paisajes en construcción: la manufactura de Sèvres y de Jouy-en-Josas (1753-1960), tesis para obtener el grado de maestra en historia cultural y social de la arquitectura y sus territorios, bajo la dirección de Catherine Bruant, Pauline Lemaigre-Gafier, Christel Palant-Frapier, Natalie Simonnot, Annalisa Viati Navone y Jean-Claude Yon. Escuela Nacional Superior de Arquitectura de Versailles (ÉNSAV), junio 2017.
LITERATUA CONSULTADA
1 CARERI Francesco, Walkscapes: el andar como práctica estética, Editorial Gustavo Gili, 2002. p. 15
2 Según Careri, estas dos maneras de habitar la tierra se corresponden a dos modos de concebir la propia arquitectura: una entendida como construcción física del espacio y de la forma (sedentaria), contra otra como arquitectura entendida como percepción y construcción simbólica del espacio (nómada). CARERI Francesco, Walkscapes: el andar como práctica estética, op.cit, p. 23.
3 Son elementos megalíticos (piedra grande) con una dimensión vertical importante.
4 Gran cantidad de grupos humanos utilizaron en diversas épocas estos monolitos: egipcios, celtas, mayas, etc.
5 DESPORTES Marc, Paysages en mouvement. Transports et perception de l’espace (XVIIIe-XXe siècles), Paris, Gallimard, collection Bibliothèque des Histoires, 2005.
6 La ciudad futurista era una ciudad atravesada por flujos.