La naturaleza de México: una visión de los exploradores
Los recursos naturales de México son una fuente de productos, servicios ambientales, bienestar e identidad. Hasta el día de hoy 182 áreas naturales han sido decretadas a nivel federal, lo que representa 4.60% del territorio nacional. Asimismo, aunque ya mucho se ha mencionado, la biodiversidad del país representa el número cinco a nivel mundial, lo que proporciona a México una fuerte responsabilidad ante los retos del cambio climático mundial.
Históricamente, toda esa riqueza fue ampliamente apreciada por locales y extranjeros que tuvieron la misión o la voluntad de recorrer el país. Un explorador puede ser definido como una persona que tiene por objetivo analizar y obtener una forma de comprensión de un territorio y sus formas de vida.
Aunque este artículo no tiene por objetivo hacer una lista cronológica exhaustiva de todos los exploradores, a continuación presentaremos algunos casos significativos, reflexionando sobre cómo sus visiones particulares nos hablan de una forma de interpretar culturalmente la naturaleza.
Entre las primeras expediciones hacia la Nueva España, cabe destacar las realizadas al cargo del médico y botánico Francisco Hernández de Toledo (1517-1587). Fue comisionado por Felipe II para hacer la Historia Natural de las Indias, una recopilación de la flora medicinal en América, tarea que emprendió desde 1571 hasta 1576. Unos siglos más tarde, entre 1786 y 1803, el médico Martín de Sessé y Lacasta (1751-1808) y el botánico Vicente Cervantes Mendo (1755-1829) encabezarían una de las expediciones botánicas más ambiciosas de la Nueva España. Los acompañaron científicos mexicanos como José Mariano Moceño (1757-1820), Anastasio Echeverría y Godoy, entre otros, en la tarea de recopilar especímenes de flora y fauna.
Durante el siglo XIX, diferentes científicos, aventureros y artistas emprendieron diversos viajes con la finalidad de documentar el territorio mexicano. En primer lugar, el geógrafo y naturalista alemán Alexander Von Humbolt (1769-1859) realizó una expedición por América, en la cual visitó lo que hoy sería México entre 1803 y 1804. Publicó 13 volúmenes de su libro Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente entre 1816 y 1831. En ellos, describe detalladamente las provincias de la Nueva España, su naturaleza y muy particularmente su orografía, ocupando un especial interés la medición de montañas y volcanes.
Algunos años más tarde, el escritor y diplomático norteamericano John Lloyd Stephens (1805-1852) y el arquitecto – dibujante Frederick Catherwood (1799-1854), emprendieron un viaje hacia la América intertropical. Entre 1839 exploraron Centroamérica y el sur de México, particularmente interesados en los sitios arqueológicos. Dicho viaje dio como fruto el conocido libro Incidentes de viaje en América Central, Chiapas y Yucatán, publicado en 1841. Los grabados de las estructuras prehispánicas perdidas en la selva realizados por Catherwood, acompañados de las elocuentes descripciones de Stephens, despertaron sin duda el interés en esta región del mundo.
Posteriormente, entre 1857 y 1886, el arqueólogo y fotógrafo francés Desiré Charnay (1828-1915) realizó numerosos viajes a México, en los cuales documentó una diversidad de sitios arqueológicos y sus entornos (Il.4).
A finales del siglo XIX, el pintor mexicano José María Velazco (1840-1912) dedicó una gran parte de su obra a representar los paisajes de su país. En una época en la que las representaciones históricas y la pintura de caballete eran lo más común, este artista supo encontrar en el territorio mexicano el motivo estético de su carrera. Gracias a su abundante producción, podemos no tan sólo conocer los paisajes rurales de esa época, sino representaciones en donde la luz, la naturaleza y el ser humano se funden en un todo integral.
En la primera mitad del siglo XX, entre los icónicos ejemplos de las exploraciones paisajísticas, encontramos sobre todo artistas -fotógrafos, cineastas y escritores- que encontraron en México un territorio con una fuerte capacidad expresiva.
El primer caso que nos ocupa, es el fotógrafo norteamericano Charles B. Waite (1861-1927), quien contratado por las compañías ferrocarrileras, así como expediciones científicas, emprendió diferentes viajes por México a principios de siglo. A través de su lente documentó la diversidad de los paisajes mexicanos, sitios arqueológicos, así como las tradiciones rurales y la pobreza de las comunidades indígenas.
Años más tarde, el mundialmente conocido cineasta ruso Sergei Einseistein (1898-1948), viajaría a México entre 1930 y 1932 para realizar un largometraje experimental. Inspirado por la Revolución Mexicana, las tradiciones locales y los paisajes rurales, Einseinstein rodó por diferentes estados del país. Desafortunadamente el filme nunca pudo ser estrenado por el director.
En esa misma década, el escritor inglés Malcom Lowry (1909-1957) vivió en México junto con su esposa, la actriz americana Jan Gabrial. Sus tormentosas experiencias con el alcohol y de su ruptura amorosa, lo llevaron por diferentes regiones, entre las que destacan Cuernavaca y Oaxaca. Tomando como base sus pasadas experiencias, en 1947 publica su novela “Bajo el volcán”, en la cual el paisaje mexicano se transforma en el escenario, y en ocasiones el protagonista, de este infierno personal.
Por último, no podemos dejar de lado la obra del fotógrafo mexicano Armando Salas Portugal (1916-1995), la cual además de la arquitectura, se consagra a mediados del siglo pasado a la exploración de la naturaleza mexicana, particularmente la Península de Yucatán y la zona del Pedregal de la Ciudad de México. Sus fotografías en blanco y negro, nos transportan hacia mundos cotidianos y extraños, que nos hacen revalorizar la fuerte presencia de lo natural como elemento estético.
Los exploradores de México vieron en su naturaleza el gran potencial que albergaba: su abundante biodiversidad, sus tradiciones milenarias, sus imponentes volcanes y sus selvas vírgenes, en donde yacían misteriosas estructuras prehispánicas. En la actualidad, muchos de estos potenciales se han visto amenazados y disminuidos por la tala indiscriminada, la contaminación y el crecimiento poco planeado de las ciudades. Nuestro reto actualmente es proteger, regenerar y difundir lo que hoy todavía tenemos, para que locales y extranjeros puedan seguir disfrutando de un territorio con una abundante variedad paisajística y biológica.