La Naturaleza en Tiempos de Pandemia
En estos momentos en que muchos de nosotros enfrentamos una gran sensación de angustia e incertidumbre sobre nuestro futuro debido a la pandemia que golpea al mundo entero, es pertinente resaltar la importancia que tiene nuestra relación con la naturaleza para ayudarnos a mejorar nuestra salud y estado de ánimo.
Si bien el impacto de relacionar nuestro bienestar emocional con el contacto con la naturaleza no está muy documentado, sí existen una gran cantidad de estudios que han demostrado los efectos positivos del mundo natural en nuestra salud, tanto física como mental.
La crisis actual nos ha hecho replantearnos la manera en que debemos de interactuar con el medio ambiente con el fin de generar emociones positivas y recuperar la sensación de libertad que, ante este “encierro obligado”, hemos perdido paulatinamente y que es la que más afecta emocional y psicológicamente a una persona.
Conectar con la naturaleza puede ayudarnos a sentirnos más felices y con más energía, encontrar un mayor sentido de propósito en la vida y hacer que las tareas rutinarias parezcan más tolerables.
Así como la peste negra que asoló Europa en el siglo XIV, oleadas de epidemias que mataron a millones de personas (tuberculosis, gripe española, cólera, viruela, sarampión, ébola y otras) nos dejaron como lección que el aire limpio, las propiedades de las plantas, la mayor iluminación y ventilación de los espacios, el contacto moderado con el sol, etc., eran fundamentales para el mejoramiento de la salud, tanto física como emocional.
Estos aspectos, en conjunto con las teorías científicas (acertadas o erradas), moldearon nuestro mundo y cambiaron fundamentalmente nuestra realidad, haciendo que tanto la arquitectura como el diseño de paisaje se modifiquen para acercar al hombre con su entorno natural en busca de una mejor salud física y de un mayor bienestar emocional.
Los cementerios fueron mudados a las afueras de las ciudades, se demolieron viviendas en barrios donde la gente vivía en condiciones de hacinamiento y fueron sustituidas por parques y jardines; se construyeron drenajes para evitar que las aguas negras contaminaran los ríos y hacer que éstos volvieran a ser limpios.
Ciudades que durante siglos habían estado amuralladas derribaron sus fortificaciones para abrirle paso al viento y las fachadas de casas y edificios fueron paulatinamente aumentando el tamaño de sus ventanas para permitir el paso de la luz y del sol.
Las ventilaciones cruzadas, la abundancia de luz natural, el uso del color y su deliberada relación con el paisaje, acercaron al hombre a una dimensión más próxima a la naturaleza en aras de su bienestar físico y psicológico.
Así pues, podemos observar que las pandemias que han asolado a la humanidad a través de los siglos han sido las grandes transformadoras del espacio natural y urbano, más que la propia comprensión de la enfermedad bacteriológica o viral, y también han provocado la modificación de la conducta humana y reforzado la teoría de que un mayor y mejor vínculo entre la naturaleza y el hombre impacta de manera muy importante y positiva en su salud y tranquilidad.
La epidemia del COVID-19 no debe ser la excepción: hoy más que nunca debemos aumentar nuestra relación directa con la naturaleza e integrarla a nuestra vida diaria con el fin de revertir el entorno actual, donde generalmente se respira preocupación, tristeza y mucho miedo.
Las actividades basadas en el ambiente natural, como la jardinería y la agricultura, se han utilizado como parte de los tratamientos de salud mental en todo el mundo durante siglos. Debemos recordar que, desde siempre, la naturaleza y la salud han caminado juntas.
Con miles de personas que no están trabajando (o lo están haciendo desde casa) y con niños y adultos mayores que no pueden salir, muchos se han inspirado y han empezado a explorar el contacto con la naturaleza en su entorno cercano como medio para sobrellevar la ansiedad. Al disminuir la contaminación ambiental por la reducción de actividades productivas y de transporte, es más fácil ver más allá de las áreas urbanizadas, y de las estrellas en el cielo nocturno. La disminución del ruido de la ciudad resalta los sonidos de las aves y de los insectos y descubrimos aspectos del paisaje que antes no éramos capaces de notar.
Ahora hay un mayor interés en la jardinería. Google Trends muestra que las búsquedas mundiales de cómo realizar composta, sembrar huertos y cuidar plantas de interior se duplicaron en comparación con hace un año. Según expertos como el doctor Mathew White, de la Universidad de Exeter, Reino Unido. “una breve interacción con la naturaleza (10 minutos de viento soplando sobre nuestra mejilla o el sol sobre nuestra piel) puede reducir el estrés”.
Contemplar paisajes como la costa del mar o un bosque, nos provoca emociones intensas. Médicos en diversos países han estado prescribiendo experiencias en la naturaleza a pacientes con depresión y ansiedad (que incluyen una caminata saludable o sembrar plantas para cuidarlas y verlas crecer), como tratamiento con muy buenos resultados.
Incluso hay estudios que muestran los beneficios de “sumergirse” en la naturaleza, aunque sea de manera remota (instalando grandes pantallas de escenas naturales), lo que resultó en la disminución del estrés y mayor bienestar tanto personal como social. Los sonidos de la naturaleza también tienen un poder particular para evocar la memoria, por lo que los sentimientos de angustia y encierro pueden disminuir escuchando grabaciones de sonidos naturales, como las olas del mar o el canto de las aves.
Ver los ritmos recurrentes y el renacimiento de la naturaleza, en el que las plantas y los animales sobreviven a pesar de la dureza del invierno, también puede ofrecernos esperanza y ayudarnos a enfrentar tragedias y contratiempos en nuestras vidas. Los movimientos lentos, como las ondas de agua, las llamas del fuego o las nubes que se mueven por el cielo, nos atraen y nos ayudan a distraernos de las preocupaciones, la culpa y la desesperanza.
Cuantos más sentidos usemos, no sólo la vista y el oído, sino también el olfato, el tacto y el sabor, mayores serán los beneficios. Por primera vez en mucho tiempo estamos experimentando de manera global una nueva visión de nuestro núcleo doméstico, que se ha tenido que volver nuestro gimnasio, la escuela de los niños, nuestro lugar de trabajo, nuestra área de reflexión y meditación, nuestro jardín, nuestro huerto…
Esto implica que se debe reconsiderar cómo en estas circunstancias podemos integrar los beneficios de la naturaleza en nuestras vidas y minimizar el impacto físico y emocional del encierro. Al fin y al cabo, hasta que se logre encontrar una vacuna o un remedio a esta epidemia, la única cura verdadera que existe es la naturaleza.
“Ocuparnos de una planta nos ayuda a apreciar que la vida sigue y florece, su vista y aroma nos acercan a lo natural y nos brindan tranquilidad y belleza”.
ALGUNOS CONSEJOS:
– Consigue algunas plantas o una pecera: Trae un poco de naturaleza a tu hogar y trabajo. Las plantas reducen el estrés y la ansiedad y aumentan la atención. Además, las plantas pueden reducir la cantidad de contaminantes en el aire, así que agrega algunas plantas a tu decoración.
– Abre las cortinas: Los estudios demuestran que dejar entrar la luz natural aumenta la satisfacción personal, mejora el rendimiento, reduce la depresión y el estrés y ayuda a los pacientes a recuperarse. ¡Deja que entre el sol!
– Agrega escenas de la naturaleza: Si no tienes una vista de la naturaleza desde tus ventanas, aún puedes beneficiarte con una pintura o una foto de un paisaje. ¡Encuentra uno que te guste y disfrútalo, te traerá paz!
– Prueba la aromaterapia natural: La naturaleza está llena de aromas. Estos no sólo hacen que nuestro entorno sea agradable, sino que también lo llena de sustancias químicas que mejoran nuestro pensamiento, estado de ánimo, sistema inmunológico y más.
Cada vez más científicos utilizan los efectos terapéuticos de los aceites vegetales para diversas condiciones de salud (como el aceite de menta, que mejora la atención y disminuye la fatiga mental y física, y el aceite de lavanda, que calma la angustia). Pon unas gotas de estos u otros aceites en casa.
– Visita regularmente un árbol cerca de donde vives para ver cambios en las hojas o flores.
– Abre una ventana para captar el sonido de las hojas o el aroma de la lluvia fresca.
– Camina un rato a primera hora de la mañana, o antes del atardecer, cuando los colores cálidos y la baja intensidad de la luz resaltan las texturas del mundo natural.