La fauna como parte del paisaje costero

Al contemplar un paisaje generalmente observamos elementos físicos como el mar, la vegetación, la arquitectura y todos aquellos elementos materiales, fijos e inamovibles que lo componen.

Tendemos a olvidar que también existen componentes temporales, transitorios y efímeros, sin los cuales sería imposible apreciar y entender su verdadera magnitud.

Nos referimos a la fauna en su generalidad, a todos aquellos seres vivos que participan de manera activa en el mantenimiento y desarrollo del contexto natural de las costas, y cuya relación intrínseca con el entorno permite comprenderlo y valorarlo adecuadamente.

Garza rojiza, Bok.
Fotografía: Patricia Cantón

Si bien es cierto que la vegetación y la geografía en sí mismas pueden caracterizar un paisaje, resulta más difícil demostrar la importancia de la fauna por su escaso protagonismo en la percepción visual, excepto cuando se trata de circunstancias o de especies determinadas.

Sin embargo, factores sutiles como los sonidos, colores y olores que producen estos seres, son esenciales en la interpretación que hacemos de un espacio como el paisaje costero.

Pelícano blanco americano / De gran plumaje blanco, con orillas negras en las puntas primarias.
Anida en islas e islotes en agua dulce, tiene la peculiaridad de volar en círculos muy altos, siguiendo las corrientes termales
Fotografía: Patricia Cantón

Algunos animales pueden aportar datos imprescindibles para un mejor conocimiento del lugar analizado, y por tanto, son fundamentales para obtener una correcta interpretación del paisaje.

Es decir, se puede afirmar que la presencia animal, por mínima que sea, se convierte en pieza fundamental del entorno natural ya que interactúa con éste, y forma parte esencial en la percepción de su entorno. 

Langosta (Palinurus elephas)
Fotografía: Patricia Cantón

Aunque investigadores de distintas disciplinas han estudiado por décadas la vegetación y la fauna costera, pocos han estudiado el papel de los animales en la aportación sensorial de los paisajes.

Al igual que la flora, los animales no suelen ser (salvo ejemplos específicos) elementos visibles del paisaje, sobre todo porque los individuos silvestres tienden a pasar desapercibidos, escondiéndose y mimetizándose con su entorno.

Como valor añadido al paisaje costero, gran parte de los litorales mexicanos cuentan con amplias zonas de manglares, que por sí mismas representan el hábitat ideal para cientos de especies acuáticas, terrestres y aéreas; algunas de ellas endémicas.

Almeja
Fotografía: Patricia Cantón

Estos escenarios únicos, donde la tierra y el mar se fusionan formando lagunas y humedales, generan un microcosmos de inmenso valor ecológico que permite la supervivencia y reproducción de especies acuáticas y marinas, como la langosta y algunos de los más importantes tipos de camarón, junto con jaibas, ostiones, almejas, sábalos, lisas, bagres y robalos.

Garzón cenizo
Fotografía: Patricia Cantón

Este ecosistema, que forma maravillosos bosques en el mar, sostiene además la presencia de cientos de especies de aves residentes y migratorias, desde el garzón cenizo hasta el colorido chipe, desde el águila pescadora hasta el pequeño gorrión.

Simultáneamente, sirve de refugio al tradicional flamenco, que pinta de rosa el paisaje y contribuye con su elegante presencia a la creación de uno de los espectáculos naturales más bellos del mundo.

Fragata magnífica, Chimay El macho es negro con alas terminadas en punta y cola bifurcada. En temporada de reproducción infla una protuberancia roja brillante ante la presencia de la hembra, que es color café oscuro. Fotografía: Patricia Cantón

De igual forma las aves, los peces, reptiles, insectos, anfibios y mamíferos que viven en el litoral inundan de color y sonido este paisaje, convirtiéndolo en un espacio de riqueza biológica y estética que se renueva permanentemente.

Los ecosistemas que habitan en las lagunas costeras son muy diversos: desde pantanos de agua dulce inundados de juncos y tules a los que llegan miles de aves acuáticas (pato real, pijije y garza real), hasta tranquilas aguas profundas donde proliferan moluscos, peces y reptiles.

Los manglares también proveen alimento y refugio a una compleja trama de organismos acuáticos, así como a una multitud de insectos y lagartos. 

Flamenco (Ave migratoria de la familia Phoenicopterus)
Fotografía: Patricia Cantón

“Las aves, los peces, reptiles, insectos, anfibios y mamíferos que viven en el litoral inundan de color y sonido este paisaje, convirtiéndolo en un espacio de riqueza biológica y estética que se renueva permanentemente.”

El cocodrilo de pantano y la tortuga de carey son otros de los ejemplos de fauna costera que podemos encontrar.

En el mar pueden verse, además de una muestra impresionante de variedad de peces, delfines de dientes rugosos e incluso algunos tipos de ballena en ciertas épocas del año. 

Cocodrilo de pantano
Fotografía: Luis Pablo Molina

Así pues, podemos afirmar que los animales, sin importar la especie de la que se trate, pueden llegar a intervenir en la estética del paisaje, modificándolo al crear su hábitat y al añadir temporalmente color, movimiento y sonido a espacios físicos determinados.

Tortuga de carey

 

El canto de las aves, el chirrido de los insectos, el fluorescente recorrido de los cardúmenes de peces, la imponente textura de los cocodrilos y caimanes, el brillo del carey de la tortugas y los coloridos plumajes de las distintas aves en constante movimiento, son muestras perceptibles del paisaje costero, y por tanto, piezas fundamentales del mosaico que constituye la imagen del litoral. 

Espátula rosada
Fotografía: Patricia Cantón

La fauna costera en todas sus modalidades: acuática, marina, anfibia, terrestre y aérea; es indisociable de la iconografía paisajística costera.

Por esa razón y debido a su importancia ecológica, la fauna merecería tener un lugar más preponderante en la apreciación e interpretación del mismo.