Sistema de Riego de la Alhambra

Usar el agua en mayor o menor medida permite generar paisajes de diferente entidad, por lo que la disponibilidad de este elemento es fundamental para crear espacios que incluyan sistemas de riego de manera intencionada.

Me refiero, pues, a la existencia de tierras que se riegan para multiplicar la riqueza agrícola, es decir un agroecosistema irrigado que consigue lo que naturalmente no se da en el mundo mediterráneo: unir calor y humedad, donde se suministra agua a los campos en los meses de sequía, característicos de ese clima.

Ahora bien, me gustaría hablar del agua en un doble sentido, porque la Alhambra de Granada es un escenario especial, una ciudad-palacio creada principalmente durante el período nazarí (siglos XIII al XV), pero con estructuras anteriores 1.

En efecto, en la parte más occidental de la colina, en su proa, que ocupa la llanura que se transformó en Vega, por encima del Río Darro, se construyó una fortaleza en la época taifa zirí (siglo XI), de la que aún son visibles restos arquitectónicos, especialmente en la fachada norte de la Alcazaba.

Contaba con un sistema de aprovisionamiento de agua. Se trata de una coracha o tramo de muralla que desciende hasta una torre al lado mismo del Darro. Siguen siendo visibles restos importantes, conocidos como el Puente del Cadí, que en realidad es la llamada Puerta de la Compuerta 2.

Se cerraba y remansaba el agua, y de este modo era posible cogerse y subirse con animales y/o personas hasta la fortaleza. La reestructuración del conjunto defensivo no destruyó, aunque sí modificó su presencia. 

Ilustración: Bettina Vargas

Fue, por tanto, un sistema que siguió utilizándose, o por lo menos se podía usar. Se debe a la adición posterior a la ciudad palatina de los espacios defensivos y sus mecanismos de separación por el necesario control militar. Llegado el momento de tal incorporación, el agua que llegaba al conjunto de la Alhambra pasó a la misma Alcazaba (ciudadela) por una prolongación de la acequia (canal de riego).

Cuando el primer rey nazarí Muhammad I se estableció en este espacio, que hasta entonces sólo había sido ocupado por la estructura militar zirí, tuvo el firme propósito de habitar buena parte de la colina, el área que desciende hasta el extremo occidental. Lo demuestra el deseo, mencionado con claridad por las fuentes escritas, de abrir un canal desde el Darro hasta la elevación 3. Creó una acequia, la llamada Acequia Real o del Sultán. Levantó un azud o presa para cortar el agua del río y desviarla por la ladera de la colina, descendiendo hasta entrar en el recinto. 

Pasa por el Generalife, que es obra un poco más tardía, pero también de una primera época, en concreto de Muhammad III fue quien realmente estableció los espacios ya no modificados de la Alhambra.

La acequia entra en el recinto amurallado de la ciudad por la denominada Torre del Agua, salva un barranco con un acueducto, discurre por la cima de la colina y se derrama a ambos lados de la misma, generando un sistema urbanístico de una gran lógica. A mitad de su recorrido pasa por la mezquita mayor, que separa el espacio propiamente urbano del palatino. 

El agua se convierte en el elemento vivificador por excelencia, tanto en la parte urbanizada, como en aquellos espacios en los que crece la vegetación, en jardines y huertos, que esmaltan todo el conjunto y sus áreas periféricas. De manera que la Alhambra y el Generalife definen zonas en las que la vida vegetal no sólo se ha de entender como ornato, sino con una importante capacidad productiva. El mejor ejemplo lo tenemos en las huertas que hay por debajo del Generalife, que se ha de considerar como una verdadera almunia.

La vida agrícola, normalmente olvidada por los estudiosos de la ciudad palatina, concebía el agua como elemento de producción y esta visión tendría una importancia significativa que uniría los aspectos decorativos y estéticos.

Sin duda esta doble significación, motivó cambios en el diseño del sistema hidráulico y su organización global. Así, hubo una importante expansión del mismo con vistas a suministrar agua a áreas hasta entonces no regadas.

Es así, como por encima de las huertas existentes con anterioridad, se crea un gran albercón en donde se conduce el agua a través de una galería subterránea que parte de más abajo, creando una pendiente negativa hacia arriba y elevando el agua por medio de una noria de sangre que llena el recipiente, desde donde se reparte por las tierras ganadas al cultivo gracias a ese suministro.

Se trataba de una expansión pequeña que no tardaría en ser mucho mayor por el desdoblamiento de la Acequia Real o del Sultán. La expansión en parábola que se dio, hizo que el tramo superior denominado Acequia del Tercio, inexistente hasta entonces, regara el área que antes era abastecida por el Albercón de las Damas, y transformó el conjunto de las huertas dando valor al espacio hasta Torres Bermejas 4.

Es una extensión en consonancia con el crecimiento de las tierras regadas en busca de una mayor capacidad productiva, de acuerdo con la creciente demanda de productos agrícolas que se dio desde época almohade (siglos XII y XIII) y que se acentuó en el período siguiente, el nazarí.

El agua conformó el paisaje de la colina en donde se aposentaron Alhambra y Generalife, le dio vida y lo hizo productivo. Generó una escala de valores estéticos y económicos. Ya no habría marcha atrás, la fertilidad y su escala vital prendieron para siempre. 

La Alcazaba de la Alhambra.
Fotografía: Manuela Fernández Cuesta

1    Para el examen general de la Alhambra y sus estructuras, cfr. Torres Balbás, Leopoldo, La Alhambra y el Generalife, Madrid, 1953.

2      También puede consultarse: Torres Balbás, Leopoldo, «El Puente del Cadí y la Puerta de los Panderos en Granada», Al-Andalus, XIV (1949), pp. 357-364, y Malpica Cuello, Antonio, «Un elemento hidráulico al pie de la Alhambra», Cuadernos de la Alhambra, 29-30 (1993-1994), pp. 77-98. Una referencia en un texto del siglo XII: Al-Zuhri, El mundo en el siglo XII. Estudio de la versión castellana y del “Original”Árabe de uan geografía universal: “El Tratado de al-Zuhri”, Barcelona, 1991, p. 170. 

3      Claras referencias textuales en El anónimo de Madrid y Copenhague, traducción de Huici Miranda, Ambrosio, Madrid, 1917, pp. 139-149, e Ibn Idari, Al-Bayan al-Mugrib, traducción de Huici Miranda, Ambrosio, Tetuán, 1954, p. 125.

4    Ana Duarte Rodriguez, The Small Power of ‘Small’ Gardeners during the Great War en Uma Pequena Potência é uma Potência? (Lisboa: Cadernos Instituto da Defesa  Nacional, 2015).