Paisaje Industrial

La acción del hombre sobre el territorio, como consecuencia del desarrollo de actividades productivas o de consumo a lo largo del tiempo, ha dado como resultado una realidad física, social y cultural, que se refleja en los paisajes mediante arquitectura y elementos icónicos.

Así pues, a lo largo de la historia, la industria ha ejercido un papel importante en la construcción de nuevos paisajes y en la conformación de escenas culturales, muchos de los cuales hoy nos rodean y tan sólo se explican a partir de la huella dejada por la industria en el territorio. 

Los paisajes industriales constituyen un hecho al que necesariamente se le debe prestar atención, pues aportan elementos propios que son en sí mismos trozos de historia que transforman la fisonomía de los lugares donde se encuentran.

La industria ha ejercido una enorme influencia a lo largo del tiempo con respecto a la modificación del paisaje natural, tanto de los campos como de las ciudades. Nos ha legado un pasado relacionado con una rica cultura de la producción que puede y debe ser conservada, recuperada e integrada como realidad patrimonial. 

La presencia en el paisaje de infraestructuras de gran escala como ferrocarriles, plantas, presas, plataformas, viaductos, y otras construcciones ha ido modificando a lo largo del tiempo la forma los territorios, estructurándolos, marcándolos y definiendo un paisaje específico como resultado de la actividad industrial.

Turbinas de viento Fotografía: InspiredImages

Su capacidad transformadora también se refleja a menor escala, a través de intervenciones sutiles, selectivas y puntuales, representadas por elementos icónicos como puentes, trapiches, molinos, chimeneas, etc. Estos elementos son determinantes en muchos de los paisajes culturales más valiosos, imponiéndose en ellos y apropiándose de su identidad.

Muchos de los paisajes que hoy nos rodean tienen una clara ascendencia industrial. De hecho, es difícil encontrar entre los espacios en que nos movemos cotidianamente, lugares que hayan permanecido al margen de los procesos industriales de los últimos dos siglos. 

La definición de estos paisajes industriales no responde, en la mayoría de los casos, a un diseño consciente o a una lógica preestablecida, sino que son el resultado de un proceso en el que la necesidad, la contingencia o el azar han determinado su diseño.

Paneles solares
Fotografía: skeeze www.pixabay.com

Asimismo, este concepto de paisaje industrial no está ligado a un concepto estático, sino dinámico. La obsolescencia de procedimientos y maquinarias, así como los avances tecnológicos, obliga continuamente a sustituir elementos o estructuras por otros que respondan a las nuevas necesidades funcionales y productivas.

Es por ello que debemos entender estos paisajes en una evolución constante, donde elementos pertenecientes a momentos históricos distintos se superponen. Así, presas y plantas productoras de electricidad se han convertido en campos ocupados por generadores eólicos o cubiertos con paneles solares y como éste existen muchos otros ejemplos.

Planta de energía Fotografía: Jwvein

El reto al que nos enfrentamos hoy en día es el de poder integrar aquellos paisajes generados por la decadencia industrial en el paisaje contemporáneo.

 Esto plantea la necesidad de reinterpretar el término «paisaje» en una dirección similar a la que plantearon los pioneros del land art, quienes afirman que existe una relación mucho más significativa entre naturaleza, arte, paisaje e industria, con el objeto de potenciar el valor cultural que los paisajes industriales poseen.

El desdibujamiento que existe actualmente entre los límites que separan el patrimonio cultural del patrimonio natural, no ha impedido que la idea de paisaje se haya ampliado hasta acuñar el término de patrimonio industrial (UNESCO) para proteger el legado que la industria nos ha dejado de un pasado reciente, representativo de una rica cultura de la producción, que debe ser conservada y recuperada.

La acción del hombre sobre el territorio, como consecuencia del desarrollo de las actividades productivas a lo largo del tiempo, ha dado como resultado una realidad, física, social y cultural, que se refleja en su historia pero, también, en los territorios y arquitecturas específicas del paisaje.

Parque Industrial Fotografía: herbert2512

Hoy en día, muchos que los edificios que conforman el paisaje industrial han sido abandonados y pueden y deben ser percibidos como elementos del patrimonio cultural y no como ruinas inservibles. Son bienes activos con enormes potencialidades en el ámbito de la arquitectura, el urbanismo y el tratamiento de los paisajes en general. 

La herencia industrial es un recurso que permite realizar acciones de reactivación de la economía ya que estas estructuras son susceptibles de audaces intervenciones que cambian la imagen y la funcionalidad de las ciudades, tanto grandes como pequeñas.

Por su parte, el nuevo urbanismo encuentra en las viejas fábricas el pretexto perfecto para generar espacios de nueva utilización, transformando edificios  abandonados en auditorios, museos, centros comerciales o apartamentos de viviendas, todo ello rediseñado con arquitecturas que reinterpretan lo antiguo con lenguajes modernos. 

Parque fundidora Monterrey
Fotografía: Piemano creativecommons.org/

En este sentido, parece que el patrimonio industrial ha encontrado su lugar en la ciudad, como un elemento que se debe respetar e integrar en la planeación urbana, dada su capacidad para admitir usos alternativos de calidad ligados a los negocios, la cultura y el arte.

El patrimonio industrial está conformado por un conjunto de elementos patrimoniales que crean paisajes únicos y singulares. Por tanto, no se trata de intervenir únicamente en componentes aislados, de gran presencia y obvia reutilización, sino de actuar en paisajes urbanos y rurales donde la huella de la industria forma parte del espacio geográfico, de la cultura del territorio.

El reto es ir más allá del monumento y pensar en el territorio; las acciones de recuperación y puesta en valor del patrimonio industrial deben pasar del elemento o del edificio, al paisaje. 

Deben ser objeto de propuestas integrales que vinculen sus arquitecturas con los demás elementos del entorno, de manera que logren explicar la industrialización del territorio como parte de la historia de la ciudad. 

La ordenación del territorio debe ser además respetuosa con sus valores ambientales y naturales, proponiendo transformaciones en las que, tanto el territorio natural como los crecimientos urbanos, coexistan en equilibrio para beneficio de sus habitantes.